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Novela: El Eco de las Espadas

Introducción y publicación por entregas:
«EL ECO DE LAS ESPADAS»
Asociación de personas mayores Peña el Pardo
Revista Histórica y Cultural
«Entre la piedra y la fe, una fortaleza escribe su destino»
Bien fallados seades, leedores, en aqueste viage que passa por los siglos et torna los sones d’aquella sazon en que la fe, el açero et la cobdicia texieron el fado d’un regno. En los cartapacios que agora se siguen, damos el primer recreo de «El Eco de las Espadas», estoria que se arraiga en la Baxa Edat Media de Castiella, en aquellas terras bravas et de frontera que oy dia son llamadas Castiella-La Mancha.
Bienvenidos, lectores, a un viaje que atraviesa los siglos y resucita los ecos de una época donde la fe, el acero y la ambición tejieron el destino de un reino. En las páginas que siguen, presentamos el primer adelanto de «El Eco de las Espadas», una novela histórica que sumerge sus raíces en la Baja Edad Media castellana, en ese territorio agreste y fronterizo que hoy conocemos como Castilla-La Mancha.

Inicio del camino de la Vera, 1347 ¿Qué secretos guardan las murallas del castillo de Moya?
En un mundo donde las órdenes militares —Santiago y Calatrava— pugnaban por el control de rutas sagradas y tierras baldías, un hombre, Juan González de Roa, «el mozo» (noble de segundo rango, no de alta nobleza, s. XV). Con su presencia en Moya (ficcionada s. XIV), como un encargo real temporal «por orden de Alfonso XI, para control en las zonas rurales de la Mancha y el valle del Tajo, de los mudéjares», como comisionado regio y labores de alcaide. Carga sobre sus hombros el peso de una misión imposible: sostener la unidad de su gente mientras el reino se fractura. Su historia, rigurosamente documentada, pero narrada con la pasión de la ficción, es el hilo que nos guía a través de intrigas palaciegas, batallas espirituales y la silenciosa resistencia de los peregrinos que, bajo la sombra de la Ruta de la Vera Cruz, buscaban redención.
¿Por qué desapareció un pueblo entero?
La lucha entre estos muros, las intrigas, la devoción mariana —encarnada en vírgenes aparecidas como la de Tejeda o Santerón— se entrelaza con leyendas templarias nunca confirmadas, pero imposibles de erradicar. Aquí, los setenarios de siete días (ya modernos), consagraban la fe en ermitas perdidas, mientras los campesinos y ganaderos de la heredad de la casa de labor de Casas de Garcimolina, (hoy apenas un eco en los archivos), labraban su supervivencia entre el olvido y la repoblación.
Una trama coral,1 un misterio histórico
Esta obra, estructurada como un tapiz de voces —caballeros, artesanos, peregrinos como el misterioso Herminio, cuyo mimbre simboliza la fragilidad humana—, alterna, eventos históricos verificables con relatos íntimos que desafían el tiempo. ¿Qué ocurrió realmente entre 1284 y 1292?, ¿Moya fue arrasada y sus emblemas borrados?, o no. ¿Por qué la Orden de Santiago perdió el control frente a Calatrava? Y, sobre todo, ¿quién traicionó a quién?
En esta primera entrega, descubrirán:
- El Castillo de Moya: bastión entre dos mundos, donde el viento aún susurra las plegarias de los caídos.
- La sombra de los Templarios: aunque no hay pruebas de su presencia, su herencia late en rituales y símbolos.
- La emboscada en el nogueral: un joven caballero, Álvaro, enfrentará su primera prueba de sangre en defensa de los peregrinos.
«El Eco de las Espadas» no es solo una novela: es una invitación a caminar por senderos olvidados, donde cada piedra, cada documento rescatado del silencio (como el Censo de Pecheros de Carlos I que menciona por primera vez a Garcimolina), nos habla de un mundo que creíamos perdido.
Queridos lectores, os invitamos a un viaje por los caminos olvidados de la Serranía Baja conquense, donde la historia y la leyenda se entrelazan en cada piedra. «El Eco de las Espadas» no es solo una novela histórica: es una puerta abierta a ese territorio agreste y fronterizo que se extiende entre las despobladas sierras de Moya, los venerados santuarios de Santerón y Algarra, y las humildes aldeas y casas de labores, como Garcimolina, Santo Domingo o Fuentelespino de Moya, resistieron el paso de los siglos.
¿Reconocéis estos parajes?
Quizá os suenen sus nombres, evocadores y misteriosos, como ecos de un pasado que aún late en fuentes escondidas, en ruinas de ermitas y en senderos que serpentean entre sabinares. Esta es la tierra que pisaron los caballeros de Calatrava y Santiago, donde los peregrinos de la Ruta de la Veracruz buscaban refugio, y donde pastores y labriegos tallaron su existencia entre la devoción y la supervivencia.
El Castillo de Moya, erguido sobre su cerro como un centinela de piedra, domina este paisaje áspero y bello. Desde sus almenas se divisan las torres de vigía y los caminos que llevan a Santerón, con su ermita mariana rodeada de leyendas; a Algarra y su castillo, donde las romerías tejían comunidad, y a esos pequeños mundos —Las casas de labor y corrales de García Molina, Santo Domingo, Fuente del Espino—, cuyas fuentes y majadas fueron testigos mudos de historias cotidianas y extraordinarias.
¿Qué secretos guardan estos andurriales?
En «El Eco de las Espadas», cada lugar tiene su voz:-
La casa de García Molina, una simple heredad o casa de labor, perdida en los documentos, que esconde la tenacidad de quienes repoblaron estas tierras.
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Los bosques de nogueras, pinos y sabinas, donde bandidos y peregrinos se cruzaban en noches de luna menguante.
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Las fuentes y lavaderos, puntos de encuentro donde se compartían noticias, temores, anhelos y esperanzas.
Esta es una historia de frontera, donde lo sagrado y lo profano se mezclan: las apariciones de vírgenes en encinares, los setenarios (ya muy modernos para esta historia), en ermitas aisladas, y las luchas entre órdenes militares por controlar no solo tierras, sino almas.
¿Por qué importa hoy esta historia?
¿Por qué estos parajes? —aunque hoy algunos sean apenas un recuerdo— moldearon la identidad de una región. En sus piedras, en sus documentos y en su tradición oral, encontramos las raíces de una resistencia callada: la de quienes, como el señor don Juan González de Roa, el peregrino Herminio o el caballero Álvaro, eligieron la lealtad a sus ideales frente a la conveniencia.En esta primera entrega, descubriréis:
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El Castillo de Moya en su esplendor, cuando sus muros albergaban tanto a señores como a pastores.
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La ermita de Santerón, faro espiritual en un territorio peligroso.
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La granja de Garcimolina, ejemplo de cómo la vida se abría paso, incluso en tiempos de guerra.
«El Eco de las Espadas» es una invitación a recorrer, con rigor histórico y pulso narrativo, esos lugares que, aunque os suenen lejanos, son parte de vuestra memoria. Porque la historia no solo se escribe en grandes ciudades, sino también en estos rincones donde el viento aún susurra nombres como Moya, Santerón, Algarra y Garcimolina …
¿Están preparados para oír el eco?
Continúa en el próximo número:
Capítulo 9: Nuevas generaciones y su propio camino el 31-10-2025
ACCESO A LOS CAPÍTULOS YA EDITADOS
Introducción del autor
Prólogo
PRIMERA PARTE FICCIONADA
I: El castillo de Moya
II: La sombra de la rivalidad
III: La conformación del poder
IV: La llegada de los peregrinos
V: La victoria de la fe
SEGUNDA PARTE NOVELADA
1. El inicio del viaje, abril de 1347
2. Herminio, el peregrino del mimbre
3. La huella del caminante
4. La nueva misión de Herminio en Moya
5. Reflexiones del camino
6. Una tradición perdurable
7. Un ciclo de enseñanza y aprendizaje
8. Una nueva era, preceptos del Mimbre y el Mimbrito
9. Nuevas generaciones y su propio camino
10. La obra de Herminio
11. Nuevos horizontes
12. Reflexiones en el umbral
13. El regreso de Herminio
14. Los canastos de la memoria
15. Semillas de esperanza
16. Una marca que perdura
17. Los caballeros de la luz
FIN
EPÍLOGO
Nota del editor:
Esta obra ha sido investigada con fuentes primarias, desde crónicas medievales hasta registros arqueológicos del cerro de Moya. Cada entrega irá acompañada de un anexo con bibliografía histórica para los lectores más exigentes.
Para no ser reiterativos, se han publicado todas las fuentes consultadas de un sola vez, al pie del documento, es la bibliografía total de la novela.
Ilustraciones y grabados que aparecen en la publicación:
Basados en las técnicas pictóricas de Jan Van Eyck (c. 1390-1441):
Maestro flamenco y pionero de la pintura al óleo en el Renacimiento nórdico. Es reconocido como una de las figuras fundacionales de la pintura occidental y máximo representante de la escuela flamenca del siglo XV. Su dominio técnico y conceptual revolucionó el arte europeo, especialmente mediante el perfeccionamiento de la pintura al óleo, lo que le permitió alcanzar cotas de realismo y simbología sin precedentes.
Características estilísticas y aportaciones técnicas
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Hiperrealismo y precisión óptica:
- Van Eyck elevó la técnica al óleo mediante el uso de capas translúcidas (glacis), lo que facilitó la recreación de texturas minuciosas en telas, metales, joyas y superficies naturales.
- Su tratamiento de la luz, con gradaciones sutiles y sombras articuladas, confería volumen tridimensional y profundidad espacial a sus composiciones.
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Simbología compleja y narrativa visual:
- Integró en sus obras un repertorio de elementos simbólicos (espejos, frutas, animales, inscripciones) que operaban como capas de significado adicional, a menudo vinculadas a temas religiosos, morales o sociopolíticos.
- Obras como El matrimonio Arnolfini (1434) son estudiadas por su densa carga alegórica y su capacidad para documentar la cultura material de la época.
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Innovaciones técnicas y firmas autógrafas:
- Perfeccionó la estabilidad y brillo de los pigmentos al óleo, superando las limitaciones del temple al huevo predominante hasta entonces.
- Sus obras frecuentemente incluían inscripciones como «Als ik kan» (“Con lo que puedo”), reflejando una conciencia autoral innovadora para su tiempo.
Legado e influencia
Van Eyck sentó las bases estéticas del Renacimiento nórdico e influyó en artistas como Hans Memling, El Bosco y, posteriormente, en maestros del Barroco. Su obra marca la transición definitiva del Gótico internacional hacia un naturalismo empírico que anticipó desarrollos posteriores en Europa.
Conexión con reconstrucciones históricas y culturales
La estética de Van Eyck resulta singularmente adecuada para recreaciones visuales de escenarios medievales y protomodernos, tales como:
- Escenas de vida cotidiana y poder señorial (ej.: el Castillo de la Moya o figuras como Gonzalo de Roa).
- Entornos rurales y simbología sacra (ej.: peregrinos, cruces, arados y utensilios como cestos y canastos).
- Narrativas históricas ambientadas en espacios como Santerón o el personaje del Zurdo, donde el detalle realista y la carga simbólica enriquecen la comunicación.
Su capacidad para integrar precisión documental con profundidad conceptual permite que las imágenes no solo ilustren, sino que interpreten contextos históricos, reforzando el axioma de que “una imagen vale más que mil palabras” en la divulgación del patrimonio cultural.
PIE DE PÁGINA
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Narrativa coral:
Se refiere a un enfoque de narración donde la historia se relata por medio de diferentes voces o narradores, en vez de apoyarse en un solo punto de vista. Cada personaje, comúnmente desempeñándose como el personaje principal, proporciona una perspectiva singular de los acontecimientos, lo cual facilita la elaboración de una narración polifónica y enriquecida por la diversidad de experiencias y emociones. Este enfoque fomenta una interpretación más exhaustiva y minuciosa de la historia, dado que los sucesos se presentan desde múltiples puntos de vista, lo cual realza la complejidad y la autenticidad de la narrativa.
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Fungir:
Desempeñar un empleo, cargo o función. “Desempeñar una función, a veces sin tener el nombramiento preceptivo”.
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Setenarios:
Agrupaciones simbólicas de siete elementos en contextos espirituales o teológicos, destacando la relevancia del número siete, como símbolo de plenitud y perfección. Tradición cristiana, mística medieval; estas estructuras organizaban conceptos clave en grupos de siete, mostrando un marco para la reflexión y el crecimiento espiritual.
- Los siete dones del Espíritu Santo: Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
- Las siete virtudes: fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
- Los siete pecados capitales: Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
- Las siete bienaventuranzas: Interpretadas a partir del Sermón del Monte.
- Las siete peticiones del Padrenuestro: Cada una se considera un antídoto espiritual frente a los pecados o debilidades humanas.
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Orden del Temple:
Conocida como los Caballeros Templarios. Fundada en 1119 por Hugo de Payns tras la Primera Cruzada, su misión original era proteger a los peregrinos cristianos en Tierra Santa.
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Los pecheros:
Eran individuos pertenecientes al tercer estamento en la España del régimen antiguo, no pertenecientes a la nobleza ni al clero, y estaban obligados a abonar tributos directos a la Corona española. El término viene de “pecho” o “pecha” (tributos medievales). Principalmente, eran agricultores, artesanos y residentes de villas, cuya situación tributaria no se basaba en su riqueza, sino en su obligación de contribuir.
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Alfoz:
Se trataba de un término de la era medieval que se utilizaba para referirse a un territorio rural bajo la jurisdicción de una villa principal, en el que se congregaban diversas aldeas. Poseía responsabilidades fiscales, judiciales y militares, desempeñando un papel crucial durante la Reconquista.
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Señorío de realengo:
Tierras bajo control directo del rey, en contraposición a las tuteladas por nobles o la Iglesia, el monarca podía concederlas por merced o venta.
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Vísperas:
Los miembros de la Orden de Santiago practicaban un rito denominado la Plegaria del Caballero, que se sincroniza con las horas canónicas de la Iglesia. Rezaban en momentos específicos del día. Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. La misa conventual y la liturgia de las horas, pilares esenciales en su vida espiritual.
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Prácticas de armas abiertas
En los castillos de las órdenes militares solían realizarse, en espacios amplios y despejados dentro del recinto fortificado, como el patio de armas. Este era el corazón del castillo, una gran explanada central donde los caballeros entrenaban en combate cuerpo a cuerpo, manejo de espadas, lanzas, arcos y tácticas de formación. Además del patio de armas, algunos castillos contaban con terrazas exteriores o explanadas cercanas que también se usaban para ejercicios ecuestres y simulacros de batalla. Estos entrenamientos eran esenciales para mantener la disciplina y la preparación militar de los caballeros, guerreros altamente entrenados.
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Pertenencia a un grupo:
Es cuando un individuo se siente parte de un conjunto de personas que comparten algo en común: afición, cultura, ideología, actividad o una edad…
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Bordón:
Cayado largo de madera que sirve de apoyo durante el camino y tiene un significado simbólico en la peregrinación. Su uso se remonta a la Edad Media y suele estar coronado por un puño del que cuelga una calabaza.
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Limosnera:
Típica de la época, era un recipiente sencillo, a menudo de tela o cuero, que servía para llevar la limosna que se recogía de donantes.
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Ucronías:
Relatos que imaginan cómo habría sido la historia si un hecho del pasado hubiera ocurrido de forma diferente. Es decir, son reconstrucciones ficticias de la historia basadas en un punto de divergencia.
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La Carola:
Danza medieval en círculo, acompañada por el canto de los propios bailarines. Aunque no se han conservado partituras específicas, los instrumentos que solían acompañar este tipo de danzas incluían:
- Tamboriles: Marcaban el ritmo con golpes constantes.
- Flautas dulces: Añadían melodías suaves y fluidas.
- Cornamusa: Un instrumento de viento similar a la gaita, con un sonido potente.
- Chirimía: Antecesora del oboe, con un timbre agudo y expresivo.
- Laúd: Instrumento de cuerda pulsada que aportaba armonía.
- Castañuelas: Utilizadas para marcar el ritmo con percusión manual.
CRONOLOGÍA DE LAS ÓRDENES MILITARES
Orden de Santiago (1210 – 1300)
- Justificación: Tras la conquista de Moya por Alfonso VIII de Castilla en 1210, la villa y su castillo fueron entregados a la Orden de Santiago para su defensa y repoblación de la frontera con al-Ándalus. Es el dominio más largo y estable.
- Evidencia: Documentos reales de donación y confirmaciones posteriores de la posesión Santiaguista.
Orden de Montesa (1300 – 1304)
- Justificación: Mediante una bula papal (Sane Considerante) del Papa Bonifacio VIII (11 de julio de 1297), se autorizó al rey Jaime II de Aragón a crear la Orden de Montesa y asignarle los bienes de la disuelta Orden del Temple en la Corona de Aragón. Sin embargo, Jaime II formalizó la cesión de Moya (que era castellana, no aragonesa) a Montesa en 1300, buscando fortalecer esta nueva orden en la frontera.
- Fecha exacta de finalización:
- Justificación: La cesión de Moya (territorio castellano) a una orden aragonesa (Montesa), generó un conflicto diplomático entre Castilla y Aragón. Mediante el Tratado de Torrellas (8 de agosto de 1304), que fijaba las fronteras entre ambos reinos, Jaime II de Aragón acordó devolver Moya a Castilla.
- Evidencia: Bula papal de 1297, documentos reales aragoneses de cesión a Montesa (1300) y texto de la sentencia arbitral del Tratado de Torrellas (1304).
Fin del dominio directo de las órdenes militares (1304 en adelante).
- Justificación: Cumpliendo el Tratado de Torrellas, la Orden de Montesa, dejó Moya, que volvió a la Corona de Castilla bajo el rey Fernando IV.
- A partir de entonces, Moya fue gobernada por señores laicos nombrados por el rey (Señorío de Realengo 7), aunque mantuvo vínculos históricos con Santiago y tuvo Comendadores santiaguistas en su territorio. Nunca más volvió a estar bajo el dominio directo de una orden militar como villa propia.
- Evidencia: Aplicación del Tratado de Torrellas y aparición de tenentes.
Conflictos que marcaron la región
- Guerra Civil Castellana (1366–1369): Moya fue escenario de enfrentamientos entre los bandos de Pedro I «el Cruel» (apoyado por Inglaterra) y su hermanastro don Enrique de Trastámara (respaldado por Aragón y Francia). La guerra dejó la zona devastada y sembró el caos institucional. Las órdenes Militares, tanto la Orden de Santiago como la de Calatrava, intentaron hacerse con el control de Moya, aprovechando su valor defensivo y su ubicación clave en las rutas entre Castilla y Aragón.
- Consecuencias para la población, el auge del bandolerismo. Tras conflictos como la Guerra de los Dos Pedros (1356–1369), muchos soldados y mercenarios quedaron sin paga ni señorío. En la Baja Sierra esto se tradujo en: Grupos armados itinerantes, no eran ejércitos regulares, sino bandas de excombatientes desmovilizados, mercenarios sin contrato.
BIBLIOGRAFÍA
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Primera Crónica General de España (c. 1270-1284). Fundamental para el contexto político y militar de la Castilla del siglo XIII.
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Fuero de Cuenca
Ed. crítica de Rafael de Ureña y Smenjaud (1935). Base jurídica de la repoblación y organización territorial en la región.
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Chronica Latina Regum Castellae:
Ed. Luis Charlo Brea (1999). Relatos contemporáneos sobre Alfonso VIII y Enrique I.
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Martínez Díez, Gonzalo
Los templarios en los reinos de la Península Ibérica. Ed. Cátedra. (1993).
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Ruiz Gómez, Francisco
Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (CSIC, 2003). Análisis del papel de Santiago y Calatrava en la consolidación territorial.
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Ermitas y espiritualidad mariana en el Alto Turia.
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Archivo Parroquial de Moya y Libros de Fábrica de Garaballa y Garcimolina
Contienen referencias a los orígenes legendarios y primeros cultos.
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Sanz y Díaz, José
Historia de la muy noble y leal villa de Moya (Ed. Añil, 1947). Crónica local con documentos sobre Juan González de Roa.
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Marianismo rural en la península Ibérica: ritos, caminos y ermitas. Universidad de Castilla-La Mancha.
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Vauchez, André
La espiritualidad del Occidente medieval (Cátedra, 1995). Contexto sobre devociones populares (vírgenes aparecidas, setenarios).
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Castro, Caridad, Pepe
Peregrinos en la España medieval. (Ediciones Nowtilus, 2010). Rutas alternativas, hospederías y simbolismo espiritual.
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Almagro Gorbea, Martín
El castillo de Moya, arqueología de fortaleza medieval (Diputación de Cuenca, 2015). Estudio arquitectónico y estratigráfico del bastión.
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Retuerce Velasco, Manuel
La Serranía Conquense en la Edad Media. Poblamiento y estructura social (AACHE Ed., 2009). Asentamientos como Casas de Garcimolina.
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Primera mención documental de «La Casa de García Molina». Censo de pecheros de Carlos I, 1528.
Tomo I, pág.: 133 https://ine.es/prodyser/pubweb/censo_pecheros/tomo1.pdf
-
Archivo municipal de Moya, 1380-1400, Pedro López de Ayala
-
Real Academia de la Historia
https://bibliotecadigital.rah.es/es/consulta/registro.do?id=12781
-
Recursos digitales
- https://gw.geneanet.org/foullon?lang=es&n=de+roa&p=juan+gonzalez+de+roa
- https://palomatorrijos.blogspot.com/2020/04/juan-gonzalez-de-rosa-senor-de-moya-y-de.html
-
Documentos de órdenes militares
Archivo Histórico Nacional (Madrid). Sección órdenes Militares (Santiago, Calatrava).
- Pergaminos y cartularios: encomiendas en Cuenca y Moya (siglos XII-XIV).
- Consultas sobre posesiones en la zona oriental de Cuenca. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=50989
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Mi abuelo Juan Blas y algunos paisanos más. Segunda entrega.

8 CNT
Acabada la Exposición Internacional mi abuelo siguió viviendo en Barcelona, había conseguido un trabajo en una cantera y sus condiciones habían mejorado. Fue entonces cuando se mudó a casa de la Tía Romualda, una señora de La Huérguina que acogía a modo de pensión a muchos mozos de la Serranía que aparecían por allí. Vivían en el barrio del Carmelo, en la montaña, por encima de la calle Santuari. Allí mi abuelo dormía en la misma cama que el Tío Adrián (también de La Huérguina), ya que el poco espacio que había debía aprovecharse al máximo.
Fue durante su trabajo en la cantera cuando entró en contacto con el movimiento obrero que operaba en la ciudad. Mi abuelo se afilió a la CNT en abril de 1932. La dictadura de Primo de Rivera había ilegalizado el sindicato anarquista de 1923 a 1930, pero con la llegada de la Segunda República la CNT se reorganizó en toda España, convirtiéndose en el sindicato mayoritario de Catalunya. Se fundaban en Barcelona los sindicatos de barrio y los comités de defensa.
En aquellos años la CNT no solo defendía los derechos de los trabajadores, como cualquier sindicato, sino que suponía una red de ayuda y solidaridad entre sus miembros. Había ateneos, escuelas y cooperativas. El sindicato estaba presente en toda la vida del trabajador, mediante eventos culturales, políticos y familiares.
Pero los conflictos entre obreros y patronal eran intensos, las huelgas muy largas y la represión contra los sindicalistas muy grande. Mi abuelo Juan iba a quedarse con el mando de la cantera donde trabajaba (ya estaba apalabrado con el jefe), pero se inicia entonces una grave crisis económica, con gran inestabilidad política y social. En 1935 cuando empezaba a escasear el trabajo mi abuelo volvió a La Huérguina.
Un año después, en julio de 1936 un grupo de militares rebeldes encabezados por Mola, Franco y Queipo de Llano daba un golpe de estado contra el Gobierno de la Segunda República. Empezaba entonces la guerra.
Comité regional de la CNT en Vía Laietana, Barcelona.
9 Algarra
Por pequeños avances que hubiera en la ciudad, estos no habían llegado a nuestros pueblos, donde vivía una sociedad en general muy conservadora y donde la iglesia dominaba todos los aspectos de la vida social de las personas. Salirse de los cánones establecidos podía suponer el rechazo del resto de los vecinos e incluso de la propia familia. Un ejemplo claro podemos encontrarlo en la vida de Mariano Pérez Martínez, un vecino de aquellos pueblos, más conocido como Mariano Tedas.
Con treinta y nueve años Mariano cometió el pecado de dejar embarazada a su moza sirvienta Manuela Sánchez, natural de Pedro Izquierdo, que por aquel entonces tenía veintisiete años. La sociedad del momento no vería con buenos ojos esta relación y la familia Tedas terminó por desheredar a Mariano.
A los pocos meses Mariano inscribía a su hijo Benito Sánchez en el registro civil con los apellidos de la madre, pues al no estar casados Benito sería hijo únicamente de su madre soltera. Fruto de aquella relación nacerían cinco hijos más en Algarra, Salvacañete y Salinas del Manzano, los distintos pueblos donde la familia vivió.
Mariano había nacido en Algarra sobre el año 1844. Algarra es un bonito pueblo de la Serranía Baja de Cuenca situado en lo alto de una risca, cuyas casas colgadas gozan de preciosas vistas al valle del Río con el mismo nombre. Mariano pertenecía a una familia adinerada de la zona, que vivía de la explotación de la madera de pino de donde se sacaba la teda o tea, un trozo de leña extraída del tocón y de las raíces, que se encuentra muy impregnado de resina. De ahí su nombre.
Mariano Tedas con su yegua.
Mucho tiempo después, con más de setenta años, Mariano se casó con Manuela, la sirvienta y madre de sus seis vástagos. Los hijos y nietos de esta pareja acudieron a la boda y por fin pudieron utilizar el apellido paterno, Pérez, al reconocerlos su padre cuando ya contaba con setenta y ocho años de edad.
El hijo mayor, Benito Pérez Sánchez, había sido hijo ilegítimo durante media vida y había vivido en sus propias carnes las injusticias que se cometían. Al hacerse mayor se casó con una moza de La Huérguina llamada Lucía Murciano. Allí establecieron su residencia y nacieron sus cuatro hijas. Sus ideas socialistas le llevaron a ser el alcalde del pueblo, donde había enseñado a leer y a escribir a muchos de sus vecinos.
10 La Guerra
Mi abuelo Juan volvió con 30 años a La Huérguina, un pueblo que vivía de la agricultura, donde no había industria, ni fábricas y sus habitantes no tenían nada que ver con los movimientos obreros que conocía de Barcelona, ciudad en la que había pasado casi diez años. Pero sí había gente de izquierdas y con ideales políticos. Pronto se hizo íntimo amigo de un hombre de cincuenta y tres años llamado Benito Pérez Sánchez.
Las hijas de Benito habían emigrado a Barcelona, donde trabajaban en casas de familias adineradas. Era común que las chicas jóvenes de nuestros pueblos fueran a las ciudades a servir desde muy pequeñas, como la hermana menor de mi abuelo Juan, llamada Marcelina, fruto del matrimonio de Prudencia con Blas Sánchez. Cuando Marcelina era pequeña estuvo muy enferma, haciendo que mi bisabuela tuviera preparada la ropa para enterrar a otra hija más. Pero esta vez la suerte los acompañó. Marcelina sobrevivió y con solo 12 años se fue a servir a una tienda en la ciudad condal. Era tan pequeña que no llegaba ni al mostrador.
Marcelina se hizo mayor en Barcelona, donde quedaba alguna tarde con María, una de las hijas de Benito, pues se conocían del pueblo. Marcelina le enseñaba a María la foto de su hermano Juan y María se reía diciendo “¡Vaya patas más torcías tiene!”. Ninguna de las dos se imaginaba lo que pasaría después.
Cuando empezó la guerra, María (la hija de Benito) perdió a su novio en Barcelona a causa de la tuberculosis y volvió a La Huérguina, donde al menos estaría con su familia. Muchos hombres y mujeres de la Serranía volvieron a los pueblos durante la guerra. El hambre en las ciudades era atroz, los bombardeos mataban a miles de personas y el trabajo escaseaba. La guerra en la retaguardia de la Serranía era dura, pero no tanto como en la ciudad.
Los primeros meses de conflicto en La Huérguina fueron los más agitados. Benito Pérez era el presidente del Comité Revolucionario local y mi abuelo Juan lo acompañaba en todos sus movimientos.
A los pocos días de empezar la guerra, concretamente el 25 de julio de 1936, milicianos venidos de Utiel (Valencia) entraron en la iglesia del pueblo sacando las imágenes de culto y quemándolas, causando un gran daño al escaso patrimonio existente. Los mismos milicianos hicieron tropelías semejantes en la mayoría de los pueblos de la comarca. Las iglesias y los curas fueron los mayores perjudicados.
Un mes después, también en La Huérguina, tuvo lugar el asesinato del párroco de Ademuz. En agosto de 1936, milicianos venidos de fuera metieron al cura en un camión en Torrebaja y lo ejecutaron en un paraje de La Huérguina llamado ‘El Mojón’. A la mañana siguiente un hombre lo encontró y fue enterrado en el mismo sitio donde había sido hallado. En otra ocasión, los milicianos entraron en La Huérguina buscando a una maestra, por lo visto de derechas. Preguntaron a Benito Pérez como responsable del comité local dónde podían encontrarla para darle el paseo. Benito, que estaba junto a mi abuelo, les dijo que de allí no se iban a llevar ninguna maestra, que se fueran por donde habían venido. Obedecieron.
Aunque no había enfrentamiento directo en el pueblo, sí vinieron de otros lugares soldados republicanos a vivir de forma estable. Era un punto estratégico, pues por allí pasaba la carretera hacia Cañete. Tres de estos soldados vivían en casa de Benito y había otros tantos repartidos por las casas del pueblo. Mi abuelo Juan pasó el inicio de la guerra de miliciano voluntario en La Huérguina. Estaba en la retaguardia, controlaba los accesos, hacía tareas de vigilancia y cumplía órdenes. El enemigo avanzaba y en la retaguardia se preparaban para el combate. Es curioso observar que el número de muertes producidas en la retaguardia es muy similar al de las producidas en el frente, pues en la retaguardia se trataron asuntos personales que acabaron en asesinatos, utilizando el pretexto de la guerra.
11 La trinchera
El 12 de enero de 1938 la vecina Villa de Cañete fue bombardeada por nueve bimotores de la aviación fascista. Se bombardeó la carretera de Cuenca a Teruel a su paso por Cañete por ser un punto de gran interés estratégico, pues comunicaba el centro de la península con el Levante. Las bombas cayeron cerca del río donde estaban lavando las mujeres la ropa. Hubo muertos y algunos niños quedaron con secuelas graves de por vida.
El frente iba sumando bajas y cada vez eran necesarios más soldados. El 28 de mayo de 1938 fueron llamados a filas los reemplazos de los años 1925 y 1926. Entre ellos estaba Juan Blas. Mi abuelo fue reclutado en el 32º Batallón de Obras y Fortificaciones. Por todos los pueblos de la zona se estaba construyendo una línea defensiva de trincheras que debía impedir el avance de las tropas fascistas hacia la zona de Levante y especialmente defender la ciudad de Valencia.
En La Huérguina se construyeron tres líneas de trincheras en diferentes parajes, El Estrecho, Los Hoyuelos y el Cerro de En medio. La construcción de la trinchera consistía en cavar toda una zanja con forma de pasillo y reforzar sus paredes con muros de casi un metro de espesor de piedra. Para hacerlo había que cargar con muchos kilos de esta. Sin duda un duro trabajo que se prolongaba durante todo el día en los meses más calurosos del verano de 1938.
Aunque es sabido que en aquellas trincheras participó gente de La Huérguina y de pueblos cercanos, este tipo de trabajo estaba reservado para hombres entre veintiocho y treinta y cinco años, miembros de sindicatos. Especialmente obreros de la construcción y debidamente avalados por el sindicato de procedencia. Puede que su condición de sindicalista librase a mi abuelo de pasar unos meses en el frente ya que en su ficha de reclutamiento aparece una mención especial a su afiliación a la CNT. Mientras estuvo construyendo la trinchera de La Huérguina pudo dormir en su casa todas las noches, hecho que para cualquiera en plena guerra era todo un privilegio.
Ficha de reclutamiento Juan Blas
El trabajo en la trinchera era muy duro. Había que construir kilómetros de fortificaciones repartidos en varios pueblos en muy poco tiempo, pero los jóvenes que allí trabajaban conservaban su sentido del humor. Aprovechaban cualquier ocasión para retarse entre ellos y hacer todo tipo de apuestas.
Un día mientras trabajaban en la fortificación, salió de debajo de una piedra un lirón careto, (una especie de rata de monte) y todos los hombres empezaron a bromear a ver quién era capaz de comérselo. Un valiente, cogió la rata y se la metió en la boca mientras los demás lo miraban. Cuando la cola de la rata asomaba por la boca del soldado empezaron las toses y las arcadas del resto. Las palabras de mi abuelo: “allí nadie vomitó, ninguno teníamos nada en las tripas para poder vomitar”. Aquel día en la trinchera, el único que metió algo al estómago fue el soldado que se comió la rata.
Cartel de la CNT animando a enrolarse en los batallones de obras y fortificaciones.
Trinchera del Cerro de En medio, La Huérguina.
12 Brunete
En octubre de 1938 terminó la construcción de las trincheras. Fue entonces cuando la Caja de Reclutamiento de Cuenca mandó a mi abuelo Juan Blas junto con más vecinos de aquellos pueblos a Brunete. Daba igual por qué bando sintieran más afinidad, simplemente les tocó vivir la guerra en zona republicana y debían defenderla.
El verano de 1937 el ejército republicano había abierto el frente de Brunete. Era la primera ocasión en la que los republicanos pasaban de la defensa al ataque. Fue precisamente en ese pueblo, donde tuvo lugar una de las batallas más sangrientas de la guerra. Más de un año después, llegó mi abuelo a la zona. Él decía que allí no había medio metro de tierra que no tuviera metralla, algo fácil de entender teniendo en cuenta que solo en aquellos pueblos ambos bandos sumaron más de treinta y nueve mil bajas. El hambre los acompañó durante toda su estancia en el frente, hubo días que solo comieron una ciruela. Uno de los hombres de La Huérguina decía que allí no había hombres, que allí solo había “caláveres”. No se refería a los muertos, sino a los vivos.
Por aquel entonces la guerra ya estaba sentenciada a favor de Franco. Una noche estando en el frente, anunciaron a mi abuelo y a sus compañeros que a la mañana siguiente entrarían en combate. El tío Silvino de La Huérguina, se echó a llorar como un niño y le decía a mi abuelo “Juan, tú eres soltero, pero yo ya tengo un hijo”. Estaban aterrados, ya que sabían que si entraban en combate no sobrevivirían.
Al día siguiente la contienda evolucionó de otra manera y por suerte mi abuelo nunca entró en combate. Solo en una ocasión tuvo que socorrer a un compañero de La Huérguina que había sido herido en un talón. Más tarde se lo agradecería de una peculiar forma.
Estando los hombres de La Huérguina en Brunete se organizó desde el pueblo un viaje para que fueran sus mujeres a visitarlos al frente. Estas visitas se solían hacer para levantar el ánimo de las tropas. Lo que no se sabe, es con qué ánimo volverían las mujeres al pueblo viendo el estado en que se encontraban sus maridos o novios. Más de un niño nació meses después de estos viajes al frente.
Camilleros republicanos en Brunete.
13 Posguerra
Acabada la guerra, los vencedores tienen sed de venganza y desde Cuenca se pide a los ayuntamientos de la zona, (todos afines al régimen) que manden una lista de los alcaldes y componentes de los consistorios durante la guerra, así como personas implicadas en la quema de iglesias e imágenes. En 1940 el nuevo alcalde de La Huérguina envía una lista pormenorizada de los actos cometidos en el pueblo, como el asesinato del cura de Ademúz, la quema de imágenes en la iglesia, amenazas a vecinos de derechas, requisas de dinero, reses y alimentos. Entre las personas acusadas se encuentran Benito Pérez y mi abuelo Juan Blas. Los demás miembros de la lista eran hombres del pueblo que en algún momento habían manifestado ideas de izquierdas.
Los años posteriores a la guerra, Benito Pérez los pasó entrando y saliendo de la Cárcel de Cuenca. Solo él sabía lo que pasó allí. Había sido el jefe de Comité Revolucionario, había sido alcalde socialista y sus ideas políticas eran por todo el mundo conocidas. Hubo vecinos que aprovecharon la guerra para saldar temas personales como envidias. Entre ellos una maestra de derechas y un soldado herido en el talón. Los vecinos se acusaban de robos de ovejas o alimentos. En una ocasión cuando el juez explicó a Benito que había sido denunciado por robar doscientas haces de cebada, este le contestó que el denunciante no había segado doscientas haces de cebada en toda su vida. Las denuncias eran falsas.
La familia de Benito se desplazaba hasta Cuenca para llevarle comida a la cárcel, pero nunca la recibió. Entre ellas su hija María, la que se reía de las “patas torcías” de mi abuelo Juan, con el cual se casó en 1942. Benito Pérez Sánchez era mi bisabuelo.
Libro de familia de Juan Blas y María Pérez.
Próximamente tercera y última entrega.
Si crees que puedes aportar algo nuevo a este relato, no lo dudes: anabelblasmontesinos@gmail.com
Mi abuelo Juan Blas y algunos paisanos más. Primera entrega.

Esta es la primera de tres entregas donde se relata la vida de Juan Blas y su familia. Personas que vivieron en nuestra Serranía desde finales del siglo XIX hasta la llegada de la democracia. En ellas podréis ver representados a vuestros padres, abuelos o vecinos y os trasladaréis por un momento a esta Serranía que tanto amo. Anabel Blas
Introducción
Todo aquel que en algún momento ha pisado nuestra Serranía cae profundamente enamorado de sus paisajes, sus gentes humildes, los olores a espliego, tomillo y sus bosques de sabinas, enebros y pinos. Pero ese maravilloso entorno esconde la dura historia de sus gentes: hombres y mujeres que tuvieron que luchar por sobrevivir en unos tiempos especialmente difíciles. Personas que durante años ocultaron capítulos de su biografía por miedo, por no revivir momentos duros. Pero las historias que no se cuentan se acaban perdiendo y ahora mismo el silencio es nuestro peor enemigo.
Este relato nace de lo más profundo de mis entrañas, de mi sangre, de mis ancestros y de cómo la vida de cada uno de ellos conformó lo que después sería la mía.
En estas páginas no hay nada inventado, ya que todo lo que se cuenta sucedió un día. Es cierto que he omitido episodios delicados por respeto a mi familia y por no reabrir viejas heridas, ya que solo se trata de rendir un pequeño homenaje a todas esas gentes que en algún momento habitaron nuestra Serranía.
Hasta donde yo sé, mi historia empieza en El Collado Verde.
1. El Collado Verde, Zafrilla.
Mi bisabuela Prudencia Asensio García, era una moza pequeñita de ojos azules. Había nacido en 1881 y vivía junto a sus padres, Hermenegildo y María Cruz, en el Collado Verde de Abajo, un rento que pertenecía al pueblo de Zafrilla en la Serranía Alta de Cuenca.
Se trataba de un pequeño grupo de cuatro o cinco casas de piedra en mitad del monte, donde unas pocas familias vivían de la agricultura de subsistencia y la ganadería. Un poco más arriba se encontraba el Collado Verde de Arriba, otro rento muy parecido al anterior. Las frías aguas del río Zafrilla habían ido formando un valle estrecho, que conservaba su verdor durante la mayor parte del año, excepto en invierno cuando las grandes nevadas teñían todo de blanco y aislaban a las familias durante semanas.
Los rentos con sus casas y tierras pertenecían a familias adineradas que los arrendaban a las gentes más pobres para su cultivo y el aprovechamiento de sus pastos. La vida en los rentos de la Serranía era dura: los inviernos muy fríos, la agricultura poco productiva y el aislamiento muy grande. La tierra y el ganado proporcionaban la comida suficiente para las familias, pero todo lo demás debían buscarlo en pueblos cercanos como Zafrilla o Salvacañete, caminando durante horas o ayudados por las caballerías de la época. La gente de los rentos era dura, trabajadora, estaba curtida en el campo e incluso tenían su forma particular de hablar. Esta era diferente a la de los pueblos, usando otro ritmo más lento característico del lugar.
Antiguos caminos de herradura comunicaban el Collado Verde con el resto de pueblos de la zona. Fue por uno de aquellos caminos por el que llegó un día Joaquín Blas, natural de Saldón, un pequeño pueblo de la cercana Sierra de Albarracín en Teruel. Seguramente su visita se debía a algún tema relacionado con el ganado, pues el intercambio entre los rentos y los pueblos cercanos era habitual. O puede que solo fuera en busca de una mujer con la que casarse y formar una familia ya que en aquel momento Joaquín era viudo y no tenía hijos. Era habitual que los hombres se desplazaran por los pueblos cuando sabían de la existencia de alguna mujer soltera. Prudencia con 18 años ya estaba en edad de casarse y aquel hombre 15 años mayor que ella consiguió que abandonase el Collado Verde, su lugar de nacimiento.
El Collado Verde de Abajo en la actualidad.
2 Saldón, Teruel.
Prudencia y Joaquín se casaron y establecieron su hogar en Saldón, que por aquel entonces tenía unos 400 habitantes. La vida en Saldón prometía ser más fácil, ya que se trataba de un pueblo más grande, con escuela, iglesia, algunos servicios y no tan aislado como el Collado Verde. Allí vivían de la agricultura, eran labradores como casi todos sus vecinos y fue el lugar donde nacieron muy seguidos sus tres hijos. A la mayor llamaron Florentina, a la siguiente Pilar y al pequeño Juan.
Por aquel entonces en la mayoría de pueblos no había agua corriente y la gente hacía sus necesidades en el campo o en las cuadras de los animales (normalmente situadas en las plantas bajas de las casas). El clima extremo de la sierra y las pocas condiciones higiénicas, hacían que la esperanza de vida fuera corta y que las enfermedades se propagasen con facilidad, causando la muerte incluso de gente joven y de muchos niños.
El 16 de mayo de 1908 el raquitismo acaba con la vida de Pilar, de tan solo cinco años. Meses después de fallecer la niña nace un nuevo niño, Leoncio, el pequeño de la casa. Pero ya se sabe que la alegría dura poco en la casa del pobre.
Al año siguiente, el 13 de mayo de 1909 Joaquín, el padre de familia fallecía con 44 años debido a una bronquitis aguda. Prudencia se queda viuda con 29 años y a duras penas sigue viviendo en Saldón con Florentina, Juan y Leoncio, ya que en aquella época una mujer sola con tres niños lo tenía muy difícil. Solo tres meses después de morir Joaquín, fallece también su hijo Leoncio, el pequeño, de una diarrea intestinal. Estos últimos acontecimientos provocarán el más profundo dolor en Prudencia y sobre todo el miedo, un terror atroz a perder los dos hijos que le quedan con vida.
En poco más de un año Prudencia ha perdido a sus dos hijos y a su marido. La miseria y la enfermedad persigue a la familia de tal forma que obligada por las circunstancias y con la esperanza de salvar a los dos hijos que le quedan, Prudencia toma una durísima decisión. Esta será la misma que les salvaría la vida y que hace que hoy pueda contaros esta historia.
3 Teruel
Prudencia se encuentra viuda, con un niño de cuatro años y una niña un poco mayor, en un pueblo que no es el suyo. La situación es inviable. Es entonces cuando mi bisabuela deja a su hija Florentina con unos familiares y a Juan en la Casa de la Beneficencia de Teruel. Esta también era conocida como La Inclusa de Teruel o la Casa de la Misericordia, lo que hoy en día conocemos como un orfanato. Las hijas de la caridad acogían a niños huérfanos, abandonados, o en el caso de Juan, huérfanos de padre en situación de pobreza extrema.
El 22 de octubre de 1909 mi abuelo Juan, un niño rubio de tan solo cuatro años, ingresa en La Inclusa, un lugar frío, donde abunda el hambre, los piojos y los capones de las monjas.
La Casa de la Beneficencia era un edificio enorme con largos pasillos y tres grandes patios en el centro. Un lugar de grandiosas dimensiones para Juan, que pocas veces había salido de Saldón. El recuerdo de La Inclusa lo acompañará para siempre y lo que vivió allí hará que sienta un gran odio hacia las monjas, la iglesia y todo lo relacionado con el clero. Juan decía que pasó más hambre en el orfanato que en su propia casa y que allí solo había rosarios y tirones de oreja.
Por muy malos que fueran los recuerdos de La Inclusa, la realidad es que la estancia allí libró a mi abuelo de una muerte similar a la de sus hermanos. Juan pasó dos largos años en esa institución y puedo imaginar lo que sintió el día en que su madre volvió para llevarlo con ella.
Casa de la Beneficencia 1915.
4 La Huérguina
Dos años después de la muerte de su marido Joaquín, Prudencia contrae matrimonio de nuevo con un viudo de La Huérguina, en la Serranía Baja de Cuenca. Qué casualidad, su nombre era Blas y tenía veintiún años más que ella. Blas Sánchez era un hombre muy listo, tenía el don de predecir el tiempo y los labradores del pueblo confiaban en sus predicciones para sus tareas del campo, pues casi siempre acertaba. Por aquel entonces, La Huérguina contaba con unos 260 habitantes y una situación muy privilegiada al lado de Cañete, municipio de referencia de la zona.
A raíz del nuevo matrimonio, Prudencia prevé una mejora en su situación económica y un periodo de más estabilidad en su vida. Ha llegado el momento de recuperar a sus hijos, Juan que lleva dos largos años en el orfanato de Teruel y Florentina que estaba con unos familiares. Es así como los dos pequeños llegan a La Huérguina, pero de nuevo las cosas se tuercen y la hija mayor, Florentina, fallece al poco tiempo de la boda de su madre. De los cuatro hijos que tuvo solo le quedaba uno: mi abuelo Juan.
El nuevo marido de mi bisabuela, ya contaba con 3 hijos de su anterior matrimonio: Victorino, Lucía y Juanico. Este último había vivido algo muy parecido a mi abuelo Juan, pues al morir su madre, fue enviado con unos parientes al Toril (un pueblo de Teruel) y en cuanto su padre se volvió a casar lo trajo de nuevo a La Huérguina. De aquella estancia en Teruel conservaba el nombre de Juanico. Digamos que las familias se encargaban de los niños hasta que sus padres viudos recomponían sus vidas.
Mi abuelo Juan y Juanico enseguida entablaron buena amistad. Juanico se enfadaba mucho cuando le hablaban de su hermanastro Juan, pues para él era un hermano y lo quería muchísimo.
Los matrimonios entre viudos eran habituales. Los hombres necesitaban mujeres que atendieran a los hijos huérfanos e hicieran las tareas de la casa y las viudas necesitaban un marido que procurase el sustento de la familia y llevase a cabo las tareas más duras del campo. Por aquellos pueblos se corría la voz de que había un viudo o una viuda en el pueblo cercano y los matrimonios se arreglaban. Se podría decir que no eran precisamente historias de amor.
Blas Sánchez y Prudencia tuvieron juntos cuatro hijas más: María Cruz, Dionisia, Marcelina y Amparo. Además, estaban los tres del anterior matrimonio de Blas.
5 Peñarrubia
Mi abuelo y su madre no pasaron mucho tiempo juntos. En la casa de La Huérguina había muchos niños que alimentar, así que lo normal era que los hermanos mayores trabajasen donde buenamente pudieran.
Mi abuelo contaba que con solo seis años estaba cuidando vacas en Peñarrubia. Yo creo que sería algún año más, pero según sus palabras con seis años su familia lo mandó a cuidar las vacas de una conocida ganadería de la zona. Allí mi abuelo pasó muchísimo miedo, pues aunque las vacas eran mansas, eran mucho más grandes que él, que era solo un niño. También se acordaba de una vaca llamada Retinta y de un toro que por las noches entraba a la finca de las remolachas y se las comía. Hasta que una noche el dueño de las vacas cargó un cartucho con sal y disparó a las patas del animal, que nunca más volvió a entrar a las remolachas.
Mi abuelo con 6 años no sabía lo que era la escuela y esas eran sus vivencias en 1911.
6 Andalucía
Los años fueron pasando tranquilos en La Huérguina. Mientras mi bisabuela Prudencia sacaba adelante con mucho esfuerzo a sus cuatro hijas pequeñas, el pequeño Juan se había convertido en todo un mozo. Fue entonces cuando emprendió un viaje hacia el sur.
Salieron de La Huérguina unos cuantos pares de mulas con sus dueños. Como mi abuelo no tenía mula iba de ayudante y bajaron hasta algún pueblo de Andalucía. Allí permaneció durante tres meses labrando los campos de cierto terrateniente. Campos inmensos que nada tenían que ver con las pequeñas parcelas de nuestra serranía. De aquel viaje y de sus tres meses de trabajo, mi abuelo solo sacó su comida y la de las mulas. Con lo poquísimo que cobró compró unas medias para cada una de sus hermanas y un revólver. El resultado de tanto trabajo había sido más bien pobre, ya que se trataba de trabajar para comer y poco más. Debido a que era una época convulsa, había mucha gente que tenía pistolas para defenderse por lo que pudiera pasar y mi abuelo no iba a ser menos.
De vuelta a La Huérguina, estuvieron un día mi abuelo Juan y su hermano Juanico en el pajar de Genaro probando el revólver, tirándole a una puerta hasta que se acabó la munición. A saber por cuántas manos había pasado ya aquella arma, ya que tenía tantos tiros pegados que las balas en vez de salir rectas, salían cruzadas. Espero que nunca tuviera que usarla.
7 Barceloneta
La vida en la Serranía seguía siendo dura. Las condiciones obligaban a los mozos jóvenes a emigrar de forma estacional o definitiva a otros lugares, principalmente Barcelona y Valencia. Los jóvenes lo veían como una oportunidad de salir de la pobreza, vivir una vida más cómoda y tener ingresos con los que ayudar a sus familias. Mi abuelo se dirigió hacia Barcelona.
La celebración próxima de la Exposición Internacional de 1929 demandaba gran cantidad de mano de obra de albañiles, carpinteros y toda clase de oficios para la urbanización de la zona de Montjuïc, donde por aquel entonces vivían unas mil familias a las que hubo que reubicar.
Obras en la Plaza de España.
Muchos hombres de nuestra zona se desplazaron a Barcelona esos años para trabajar, pero la ciudad no estaba preparada para albergar a tantas personas y tuvieron que instalarse de cualquier manera.
Mi abuelo con cerca de veinte años trabajaba de peón y vivía junto a dos hermanos (el Tío Pepe Cirilo y el Tío Venceslao) que también eran de La Huérguina, en una chabola en la Barceloneta.
Al lado del Mediterráneo y hasta en la propia arena, había surgido una nueva ciudad. Un mar de chabolas, hechas de cualquier manera y sin agua corriente, que albergaba a cientos de obreros venidos de todas partes de la península. Algunos de ellos llegaban con sus familias e hijos y vivían en las condiciones de más absoluta miseria y precariedad.
En ocasiones el mar inundaba las casas y la zona se convirtió en uno de los lugares más peligrosos de la ciudad, donde nadie querría pasar una noche. Unos riachuelos pestilentes bajaban hacia el mar por entre las chabolas y la zona era más parecida a un vertedero que a un lugar donde habitar.
Barracas en la playa Barracas en la zona de Montjuïc
Un día, en una chabola cercana, mi abuelo presenció cómo dos hermanos casi se matan. Tenían que traer el agua desde lejos en una palangana y con ella se lavaban varias personas. Puedo imaginar cómo estaría aquel caldo cuando fuera a lavarse el último. Por querer lavarse uno antes, se inició una discusión que hizo que un hermano enganchase al otro por el cuello y lo apretase hasta casi ahogarlo. Los gritos de la bronca llamaron la atención de mi abuelo, que llegó cuando el agredido ya se estaba poniendo morado. Mi abuelo horrorizado separó a los dos hermanos de un golpe. Al ahogado le costó reaccionar, pero sobrevivió. Definitivamente la vida en las chabolas era complicada.
Próximamente segunda entrega.
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En Garcimolina se conduce por la izquierda

No estamos en Inglaterra, estamos en Casas de Garcimolina, un pueblo de la Serranía Baja de Cuenca por cuya carretera se conduce por la izquierda.
La CUV 5003 es la única carretera existente para llegar el municipio, pero sufre tantos años de abandono que el firme se encuentra en muy mal estado. Es en estos tramos pésimos donde muchos conductores se cambian de carril para evitar los continuos baches y parches, con el peligro que esto supone para los coches que vienen de frente, los viandantes o los ciclistas.
El inicio de la pandemia obligó a suspender una marcha reivindicativa prevista para abril de 2020, pero los vecinos siguen con su empeño de conseguir una carretera mejor convocando una concentración para el próximo martes 17 de agosto de 2021 de 11’00h a 12’00h en los Huertos de Moya, en el punto donde termina la carretera nueva y empieza la vieja.
CUV 5003 al fondo Algarra
Travesía en Casas de Garcimolina
CUV 5003 entre Santo Domingo de Moya y Casas de Garcimolina
CUV 5003 a su paso por El Cubillo
CUV 5003 a su paso por Santo Domingo de Moya.
Emotivo evento para homenajear a Carmen Muñoz

El pasado viernes 6 de agosto el pueblo de Garcimolina se juntaba frente a su viejo olmo para homenajear a una de sus vecinas más especiales, la poetisa Carmen Muñoz.
El evento organizado por el Ayuntamiento de Casas de Garcimolina, La Asociación de vecinos y personas mayores ‘Peña el Pardo’ y la Asociación de mujeres ‘El Sabinarejo’ contó con la presencia de la homenajeada Carmen Muñoz a sus 90 años, así como varios de sus familiares.
María Adán fue la encargada de presentar el acto donde se habló de la vida y obra de la poetisa, se recitaron varios poemas y se le hizo entrega de un ramo de flores y una placa en su honor.
Nuestra bailarina por excelencia, Carolina, emocionó a los asistentes con su actuación de flamenco que puso el broche de oro a una tarde llena de cultura y emociones en nuestro pueblo.
Aquí puedes ver el homenaje completo
PARA LOS JUBILADOS Me encuentro alegre y contenta
al estar a vuestro lado
y os doy un cordial saludo
a todos los jubilados.
Verles con esa alegría
me satisface y me gusta,
sobre todo cuando bailan
cogidos de la cintura.
Les agrada el pasodoble
porque se baila pegado
siempre hay alguno que dice
que ¡vaya lote nos damos!
Pero no importa ese dicho,
lo que importan son los hechos,
pues debemos bailar mucho
porque no duelan los huesos.
Disfruto cuando demuestran
que en ellos hay mucho amor,
ese es el mejor regalo
que pudo dejarnos Dios.
Y con orgullo les digo:
¡Viva el amor! Que también
lo tuve un día pero cuando lo perdí…
mi vida quedó vacía.
Recupero la moral,
que la tenía por los suelos
gracias a la poesía
y a mis amigos tan buenos.
Que siga la diversión en estos bonitos centros
para que nunca se diga:
estos abuelos, ¡son viejos!
La juventud a los jubilados
no les llega a los talones,
que valen mucho más que ellos
incluso en las diversiones.
Y les digo que así sigan,
que no pierdan la ilusión
pues hay que vivir la vida
con alegría y amor.
y cuando nos llegue el día,
que nos cojan confesados
al que ha sabido vivirla
que le quiten lo bailado.
Y que suban las pensiones
que algunos las pasan negras…
para que sigan los jubilados
de cachondeo y de juerga.
Con la mayor ilusión
lo digo como lo siento,
Dios os guarde muchos años
y al hogar sigáis viniendo.
Dedicado a los jubilados de Garcimolina con Cariño de Carmen Muñoz Alba.
Reunión de Asociaciones de la Serranía en Moya

Hoy 11 de agosto de 2021 ha tenido lugar en la Villa Medieval de Moya una reunión entre gran parte de las asociaciones de la zona. En total veintitrés representantes de los pueblos de Algarra, Mira, Henarejos, Fuentelespino, Sto. Domingo, La Huérguina y Casas de Garcimolina se han reunido por primera vez para conocerse y empezar a coordinar actividades. Se trata de una primera toma de contacto donde los representantes han compartido experiencias, proyectos, etc. La conclusión principal a la que se ha llegado es la gran necesidad de trabajar en conjunto, coordinarse y compartir ideas, algo que ya viene haciéndose hace tiempo a través de la red, pero que habrá que seguir potenciando.
Los presentes se han comprometido a reunirse al menos una vez al año, para la próxima ocasión será Algarra el pueblo anfitrión.
Representantes de varias asociaciones en la plaza de Moya.

Sobre nosotros
El objetivo es impulsar la participación y el desarrollo del asociacionismo, entre las personas mayores de Casas de Garcimolina y su entorno.
A veces, la parte más difícil de encontrar el éxito, es reunir el coraje para comenzar.
Las personas provechosas no miran hacia atrás para ver quién los observa, solo al frente y sus metas.
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“No digas poco en muchas palabras, sino mucho en pocas.” — Pitágoras —

























