Asociación de vecinos y personas mayores PEÑA EL PARDO

 Esta web es soportada económicamente por la Asociación de Vecinos y Mayores Peña el Pardo
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  • El Eco de las Espadas

    Introducción y publicación por entregas:

    «EL ECO DE LAS ESPADAS»

    Asociación de personas mayores Peña el Pardo

     

    Revista Histórica y Cultural

    «Entre la piedra y la fe, una fortaleza escribe su destino»

    Bien fallados seades, leedores, en aqueste viage que passa por los siglos et torna los sones d’aquella sazón en que la fe, el açero et la cobdicia texieron el fado d’un regno. En los cartapacios que agora se siguen, damos el primer recreo de «El Eco de las Espadas», estoria que se arraiga en la Baxa Edat Media de Castiella, en aquellas tierras bravas et de frontera que oy día son llamadas Castiella-La Mancha.

    Bienvenidos, lectores, a un viaje que atraviesa los siglos y resucita los ecos de una época donde la fe, el acero y la ambición tejieron el destino de un reino. En las páginas que siguen, presentamos el primer adelanto de «El Eco de las Espadas», una novela histórica que sumerge sus raíces en la Baja Edad Media castellana, en ese territorio agreste y fronterizo que hoy conocemos como Castilla-La Mancha.

    Inicio del camino de la Vera, 1347

    ¿Qué secretos guardan las murallas del castillo de Moya?

    En un mundo donde las órdenes militares —Santiago y Calatrava— pugnaban por el control de rutas sagradas y tierras baldías, un hombre, Juan González de Roa, comendador de Alcañiz, hasta 1268. Su presencia en Moya como un encargo real temporal «por orden de Alfonso X, durante la revuelta mudéjar», como comisionado regio y labores de alcaide. Carga sobre sus hombros el peso de una misión imposible: sostener la unidad de su gente mientras el reino se fractura. Su historia, rigurosamente documentada, pero narrada con la pasión de la ficción, es el hilo que nos guía a través de intrigas palaciegas, batallas espirituales y la silenciosa resistencia de los peregrinos que, bajo la sombra de la Ruta de la Veracruz, buscaban redención.

    ¿Por qué desapareció un pueblo entero?

    La lucha entre estos muros, las intrigas, la devoción mariana —encarnada en vírgenes aparecidas como la de Tejeda o Santerón— se entrelaza con leyendas templarias nunca confirmadas, pero imposibles de erradicar. Aquí, los setenarios de siete días (ya modernos), consagraban la fe en ermitas perdidas, mientras los campesinos y ganaderos de Casas de Garcimolina, (hoy apenas un eco en los archivos), labraban su supervivencia entre el olvido y la repoblación.

    Una trama coral,1 un misterio histórico

    Esta obra, estructurada como un tapiz de voces —caballeros, artesanos, peregrinos como el misterioso Herminio, cuyo mimbre simboliza la fragilidad humana—, alterna, eventos históricos verificables con relatos íntimos que desafían el tiempo. ¿Qué ocurrió realmente entre 1284 y 1292, cuando Moya fue arrasada y sus emblemas borrados? ¿Por qué la Orden de Calatrava perdió el control frente a Santiago? Y, sobre todo, ¿quién traicionó a quién?

    En esta primera entrega, descubrirán:

    • El Castillo de Moya: bastión entre dos mundos, donde el viento aún susurra las plegarias de los caídos.
    • La sombra de los Templarios: aunque no hay pruebas de su presencia, su herencia late en rituales y símbolos.
    • La emboscada en el nogueral: un joven caballero, Álvaro, enfrentará su primera prueba de sangre en defensa de los peregrinos.

    «El Eco de las Espadas» no es solo una novela: es una invitación a caminar por senderos olvidados, donde cada piedra, cada documento rescatado del silencio (como el Censo de Pecheros de Carlos I que menciona por primera vez a Garcimolina), nos habla de un mundo que creíamos perdido.

    Queridos lectores, os invitamos a un viaje por los caminos olvidados de la Serranía Baja conquense, donde la historia y la leyenda se entrelazan en cada piedra. «El Eco de las Espadas» no es solo una novela histórica: es una puerta abierta a ese territorio agreste y fronterizo que se extiende entre las agrestes sierras de Moya, los venerados santuarios de Santerón y Algarra, y las humildes aldeas que, como Garcimolina, Santo Domingo de Moya o Fuentelespino, resistieron el paso de los siglos.

    ¿Reconocéis estos parajes?

    Quizá os suenen sus nombres, evocadores y misteriosos, como ecos de un pasado que aún late en fuentes escondidas, en ruinas de ermitas y en senderos que serpentean entre sabinares. Esta es la tierra que pisaron los caballeros de Calatrava y Santiago, donde los peregrinos de la Ruta de la Veracruz buscaban refugio, y donde pastores y labriegos tallaron su existencia entre la devoción y la supervivencia.

    El Castillo de Moya, erguido sobre su cerro como un centinela de piedra, domina este paisaje áspero y bello. Desde sus almenas se divisan las torres de vigía y los caminos que llevan a Santerón, con su ermita mariana rodeada de leyendas; a Algarra y su castillo, donde las romerías tejían comunidad, y a esos pequeños mundos —La casa granja de García Molina, Santo Domingo, Fuente del Espino—, cuyas fuentes y majadas fueron testigos mudos de historias cotidianas y extraordinarias.

    ¿Qué secretos guardan estos andurriales?
    En «El Eco de las Espadas», cada lugar tiene su voz:

    • La Casa de García Molina, una simple granja perdida en los documentos, que esconde la tenacidad de quienes repoblaron estas tierras.

    • Los bosques de nogueras y sabinas, donde bandidos y peregrinos se cruzaban en noches de luna menguante.

    • Las fuentes y lavaderos, puntos de encuentro donde se compartían noticias, temores y esperanzas.

    Esta es una historia de frontera, donde lo sagrado y lo profano se mezclan: las apariciones de vírgenes en encinares, los setenarios (ya modernos para esta historia), en ermitas aisladas, y las luchas entre órdenes militares por controlar no solo tierras, sino almas.

    ¿Por qué importa hoy esta historia?
    ¿Por qué estos parajes? —aunque hoy algunos sean apenas un recuerdo— moldearon la identidad de una región. En sus piedras, en sus documentos y en su tradición oral, encontramos las raíces de una resistencia callada: la de quienes, como el maestre Juan González de Roa o el caballero Álvaro, eligieron la lealtad a sus ideales frente a la conveniencia.

    En esta primera entrega, descubriréis:

    • El Castillo de Moya en su esplendor, cuando sus muros albergaban tanto a señores como a pastores.

    • La ermita de Santerón, faro espiritual en un territorio peligroso.

    • La granja de Garcimolina, ejemplo de cómo la vida se abría paso, incluso en tiempos de guerra.

    «El Eco de las Espadas» es una invitación a recorrer, con rigor histórico y pulso narrativo, esos lugares que, aunque os suenen lejanos, son parte de vuestra memoria. Porque la historia no solo se escribe en grandes ciudades, sino también en estos rincones donde el viento aún susurra nombres como Moya, Santerón, Algarra y Garcimolina …

    ¿Están preparados para oír el eco?

     

    Continúa en el próximo número:

     Capítulo 3.: La huella del caminante el 19-09-2025

     

    ACCESO A LOS CAPÍTULOS YA EDITADOS

    Introducción del autor

    Prólogo

     

    PRIMERA PARTE FICCIONADA

    I: El castillo de Moya

    II: La sombra de la rivalidad

    III: La conformación del poder

    IV: La llegada de los peregrinos

    V: La victoria de la fe

     

    SEGUNDA PARTE NOVELADA

    1.  El inicio del viaje, abril de 1347

    2.  Herminio, el peregrino del mimbre

    3.  La huella del caminante

    4.  La nueva misión de Herminio en Moya

    5.  Reflexiones del camino

    6.  Una tradición perdurable

    7.  Un ciclo de enseñanza y aprendizaje

    8.  Una nueva era

    9.  Nuevas generaciones y su propio camino

    10. La obra de Herminio

    11. Nuevos horizontes

    12. Reflexiones en el umbral

    13. El regreso de Herminio

    14. Los canastos de la memoria

    15. Semillas de esperanza

    16. Una marca que perdura

    17. Los caballeros de la luz

    FIN

     

    EPÍLOGO

     


    Nota del editor:

    Esta obra ha sido investigada con fuentes primarias, desde crónicas medievales hasta registros arqueológicos del cerro de Moya. Cada entrega irá acompañada de un anexo con bibliografía histórica para los lectores más exigentes.

    Para no ser reiterativos, se han publicado todas las fuentes consultadas de un sola vez, al pie del documento, es la bibliografía total de la novela.


    Ilustraciones y grabados que aparecen en la publicación:

    Basados en las técnicas pictóricas de Jan Van Eyck (c. 1390-1441):

    Maestro flamenco y pionero de la pintura al óleo en el Renacimiento nórdico. Es reconocido como una de las figuras fundacionales de la pintura occidental y máximo representante de la escuela flamenca del siglo XV. Su dominio técnico y conceptual revolucionó el arte europeo, especialmente mediante el perfeccionamiento de la pintura al óleo, lo que le permitió alcanzar cotas de realismo y simbología sin precedentes.


    Características estilísticas y aportaciones técnicas

    1. Hiperrealismo y precisión óptica:
      1. Van Eyck elevó la técnica al óleo mediante el uso de capas translúcidas (glacis), lo que facilitó la recreación de texturas minuciosas en telas, metales, joyas y superficies naturales.
      2. Su tratamiento de la luz, con gradaciones sutiles y sombras articuladas, confería volumen tridimensional y profundidad espacial a sus composiciones.
    2. Simbología compleja y narrativa visual:
      1. Integró en sus obras un repertorio de elementos simbólicos (espejos, frutas, animales, inscripciones) que operaban como capas de significado adicional, a menudo vinculadas a temas religiosos, morales o sociopolíticos.
      2. Obras como El matrimonio Arnolfini (1434) son estudiadas por su densa carga alegórica y su capacidad para documentar la cultura material de la época.
    3. Innovaciones técnicas y firmas autógrafas:
      1. Perfeccionó la estabilidad y brillo de los pigmentos al óleo, superando las limitaciones del temple al huevo predominante hasta entonces.
      2. Sus obras frecuentemente incluían inscripciones como «Als ik kan»  (“Con lo que puedo”), reflejando una conciencia autoral innovadora para su tiempo.

     Legado e influencia

    Van Eyck sentó las bases estéticas del Renacimiento nórdico e influyó en artistas como Hans Memling, El Bosco y, posteriormente, en maestros del Barroco. Su obra marca la transición definitiva del Gótico internacional hacia un naturalismo empírico que anticipó desarrollos posteriores en Europa.

     Conexión con reconstrucciones históricas y culturales

    La estética de Van Eyck resulta singularmente adecuada para recreaciones visuales de escenarios medievales y protomodernos, tales como:

    • Escenas de vida cotidiana y poder señorial (ej.: el Castillo de la Moya o figuras como Gonzalo de Roa).
    • Entornos rurales y simbología sacra (ej.: peregrinos, cruces, arados y utensilios como cestos y canastos).
    • Narrativas históricas ambientadas en espacios como Santerón o el personaje del Zurdo, donde el detalle realista y la carga simbólica enriquecen la comunicación.

    Su capacidad para integrar precisión documental con profundidad conceptual permite que las imágenes no solo ilustren, sino que interpreten contextos históricos, reforzando el axioma de que “una imagen vale más que mil palabras” en la divulgación del patrimonio cultural.


    PIE DE PÁGINA

    1. Narrativa coral:

      Se refiere a un enfoque de narración donde la historia se relata por medio de diferentes voces o narradores, en vez de apoyarse en un solo punto de vista. Cada personaje, comúnmente desempeñándose como el personaje principal, proporciona una perspectiva singular de los acontecimientos, lo cual facilita la elaboración de una narración polifónica y enriquecida por la diversidad de experiencias y emociones. Este enfoque fomenta una interpretación más exhaustiva y minuciosa de la historia, dado que los sucesos se presentan desde múltiples puntos de vista, lo cual realza la complejidad y la autenticidad de la narrativa.

    2. Fungir:

      Desempeñar un empleo, cargo o función. “Desempeñar una función, a veces sin tener el nombramiento preceptivo”.

    3. Setenarios:

      Agrupaciones simbólicas de siete elementos en contextos espirituales o teológicos, destacando la relevancia del número siete, como símbolo de plenitud y perfección. Tradición cristiana, mística medieval; estas estructuras organizaban conceptos clave en grupos de siete, mostrando un marco para la reflexión y el crecimiento espiritual.

      1. Los siete dones del Espíritu Santo: Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
      2. Las siete virtudes: fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
      3. Los siete pecados capitales: Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
      4. Las siete bienaventuranzas: Interpretadas a partir del Sermón del Monte.
      5. Las siete peticiones del Padrenuestro: Cada una se considera un antídoto espiritual frente a los pecados o debilidades humanas.
    4. Orden del Temple:

      Conocida como los Caballeros Templarios. Fundada en 1119 por Hugo de Payns tras la Primera Cruzada, su misión original era proteger a los peregrinos cristianos en Tierra Santa.

    5. Los pecheros:

      Eran individuos pertenecientes al tercer estamento en la España del régimen antiguo, no pertenecientes a la nobleza ni al clero, y estaban obligados a abonar tributos directos a la Corona española. El término viene de “pecho” o “pecha” (tributos medievales). Principalmente, eran agricultores, artesanos y residentes de villas, cuya situación tributaria no se basaba en su riqueza, sino en su obligación de contribuir.

    6. Alfoz:

      Se trataba de un término de la era medieval que se utilizaba para referirse a un territorio rural bajo la jurisdicción de una villa principal, en el que se congregaban diversas aldeas. Poseía responsabilidades fiscales, judiciales y militares, desempeñando un papel crucial durante la Reconquista.

    7. Señorío de realengo:

      Tierras bajo control directo del rey, en contraposición a las tuteladas por nobles o la Iglesia, el monarca podía concederlas por merced o venta.

    8. Vísperas:

      Los miembros de la Orden de Santiago practicaban un rito denominado la Plegaria del Caballero, que se sincroniza con las horas canónicas de la Iglesia. Rezaban en momentos específicos del día. Laudes, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. La misa conventual y la liturgia de las horas, pilares esenciales en su vida espiritual.

    9. Prácticas de armas abiertas

      En los castillos de las órdenes militares solían realizarse, en espacios amplios y despejados dentro del recinto fortificado, como el patio de armas. Este era el corazón del castillo, una gran explanada central donde los caballeros entrenaban en combate cuerpo a cuerpo, manejo de espadas, lanzas, arcos y tácticas de formación. Además del patio de armas, algunos castillos contaban con terrazas exteriores o explanadas cercanas que también se usaban para ejercicios ecuestres y simulacros de batalla. Estos entrenamientos eran esenciales para mantener la disciplina y la preparación militar de los caballeros, guerreros altamente entrenados.

    10. Pertenencia a un grupo:

      Es cuando un individuo se siente parte de un conjunto de personas que comparten algo en común: afición, cultura, ideología, actividad o una edad…

    11. Bordón:

      Cayado largo de madera que sirve de apoyo durante el camino y tiene un significado simbólico en la peregrinación. Su uso se remonta a la Edad Media y suele estar coronado por un puño del que cuelga una calabaza.

    12. Limosnera: 

      Típica de la época, era un recipiente sencillo, a menudo de tela o cuero, que servía para llevar la limosna que se recogía de donantes.

    13. Ucronías:

      Relatos que imaginan cómo habría sido la historia si un hecho del pasado hubiera ocurrido de forma diferente. Es decir, son reconstrucciones ficticias de la historia basadas en un punto de divergencia.

    14. La Carola:

      Danza medieval en círculo, acompañada por el canto de los propios bailarines. Aunque no se han conservado partituras específicas, los instrumentos que solían acompañar este tipo de danzas incluían:

      1. Tamboriles: Marcaban el ritmo con golpes constantes.
      2. Flautas dulces: Añadían melodías suaves y fluidas.
      3. Cornamusa: Un instrumento de viento similar a la gaita, con un sonido potente.
      4. Chirimía: Antecesora del oboe, con un timbre agudo y expresivo.
      5. Laúd: Instrumento de cuerda pulsada que aportaba armonía.
      6. Castañuelas: Utilizadas para marcar el ritmo con percusión manual.

    CRONOLOGÍA DE LAS ÓRDENES MILITARES

    Orden de Santiago (1210 – 1300)

    • Justificación: Tras la conquista de Moya por Alfonso VIII de Castilla en 1210, la villa y su castillo fueron entregados a la Orden de Santiago para su defensa y repoblación de la frontera con al-Ándalus. Es el dominio más largo y estable.
    • Evidencia: Documentos reales de donación y confirmaciones posteriores de la posesión Santiaguista.

    Orden de Montesa (1300 – 1304)

    • Justificación: Mediante una bula papal (Sane Considerante) del Papa Bonifacio VIII (11 de julio de 1297), se autorizó al rey Jaime II de Aragón a crear la Orden de Montesa y asignarle los bienes de la disuelta Orden del Temple en la Corona de Aragón. Sin embargo, Jaime II formalizó la cesión de Moya (que era castellana, no aragonesa) a Montesa en 1300, buscando fortalecer esta nueva orden en la frontera.
    • Fecha exacta de finalización:
    • Justificación: La cesión de Moya (territorio castellano) a una orden aragonesa (Montesa), generó un conflicto diplomático entre Castilla y Aragón. Mediante el Tratado de Torrellas (8 de agosto de 1304), que fijaba las fronteras entre ambos reinos, Jaime II de Aragón acordó devolver Moya a Castilla.
    • Evidencia: Bula papal de 1297, documentos reales aragoneses de cesión a Montesa (1300) y texto de la sentencia arbitral del Tratado de Torrellas (1304).

    Fin del dominio directo de las órdenes militares (1304 en adelante).

    • Justificación: Cumpliendo el Tratado de Torrellas, la Orden de Montesa, dejó Moya, que volvió a la Corona de Castilla bajo el rey Fernando IV.
    • A partir de entonces, Moya fue gobernada por señores laicos nombrados por el rey (Señorío de Realengo 7), aunque mantuvo vínculos históricos con Santiago y tuvo Comendadores santiaguistas en su territorio. Nunca más volvió a estar bajo el dominio directo de una orden militar como villa propia.
    • Evidencia: Aplicación del Tratado de Torrellas y aparición de tenentes.

     

    Conflictos que marcaron la región

    • Guerra Civil Castellana (1366–1369): Moya fue escenario de enfrentamientos entre los bandos de Pedro I «el Cruel» (apoyado por Inglaterra) y su hermanastro don Enrique de Trastámara (respaldado por Aragón y Francia). La guerra dejó la zona devastada y sembró el caos institucional. Las órdenes Militares, tanto la Orden de Santiago como la de Calatrava, intentaron hacerse con el control de Moya, aprovechando su valor defensivo y su ubicación clave en las rutas entre Castilla y Aragón.
    • Consecuencias para la población, el auge del bandolerismo. Tras conflictos como la Guerra de los Dos Pedros (1356–1369), muchos soldados y mercenarios quedaron sin paga ni señorío. En la Baja Sierra esto se tradujo en: Grupos armados itinerantes, no eran ejércitos regulares, sino bandas de excombatientes desmovilizados, mercenarios sin contrato.

    BIBLIOGRAFÍA

    1. Alfonso X el Sabio

      Primera Crónica General de España (c. 1270-1284). Fundamental para el contexto político y militar de la Castilla del siglo XIII.

    2. Fuero de Cuenca

      Ed. crítica de Rafael de Ureña y Smenjaud (1935). Base jurídica de la repoblación y organización territorial en la región.

    3. Chronica Latina Regum Castellae:

      Ed. Luis Charlo Brea (1999). Relatos contemporáneos sobre Alfonso VIII y Enrique I.

    4. Martínez Díez, Gonzalo

      Los templarios en los reinos de la Península Ibérica. Ed. Cátedra. (1993).

    5. Ruiz Gómez, Francisco

      Los orígenes de las órdenes militares y la repoblación de los territorios de La Mancha (CSIC, 2003). Análisis del papel de Santiago y Calatrava en la consolidación territorial.

    6. Doménech, M. Ángeles (2005)

      Religiosidad popular y santuarios en la Serranía Baja de Cuenca. Diputación Provincial de Cuenca.

    7. Sánchez Garzón, Alfredo (2006)

      Santuario de la Virgen de Tejeda en Garaballa. Ed. Comarcal.

    8. Llop Domingo, J. V. (1997)

      Ermitas y espiritualidad mariana en el Alto Turia.

    9. Archivo Parroquial de Moya y Libros de Fábrica de Garaballa y Garcimolina

      Contienen referencias a los orígenes legendarios y primeros cultos.

    10. Sanz y Díaz, José

      Historia de la muy noble y leal villa de Moya (Ed. Añil, 1947). Crónica local con documentos sobre Juan González de Roa.

    11. VV. AA. (2011)

      Marianismo rural en la península Ibérica: ritos, caminos y ermitas. Universidad de Castilla-La Mancha.

    12. Vauchez, André

      La espiritualidad del Occidente medieval (Cátedra, 1995). Contexto sobre devociones populares (vírgenes aparecidas, setenarios).

    13. Castro, Caridad, Pepe

      Peregrinos en la España medieval. (Ediciones Nowtilus, 2010). Rutas alternativas, hospederías y simbolismo espiritual.

    14. Almagro Gorbea, Martín

      El castillo de Moya, arqueología de fortaleza medieval (Diputación de Cuenca, 2015). Estudio arquitectónico y estratigráfico del bastión.

    15. Retuerce Velasco, Manuel

      La Serranía Conquense en la Edad Media. Poblamiento y estructura social (AACHE Ed., 2009). Asentamientos como Casas de Garcimolina.

    16. Primera mención documental de «La Casa de García Molina». Censo de pecheros de Carlos I, 1528.

      Tomo I, pág.: 133 https://ine.es/prodyser/pubweb/censo_pecheros/tomo1.pdf

    17. Archivo municipal de Moya, 1380-1400, Pedro López de Ayala

      bub_gb_9-s97PAswgsC.pdf

    18. Real Academia de la Historia

      https://bibliotecadigital.rah.es/es/consulta/registro.do?id=12781

    19. Recursos digitales
      1. https://gw.geneanet.org/foullon?lang=es&n=de+roa&p=juan+gonzalez+de+roa
      2. https://palomatorrijos.blogspot.com/2020/04/juan-gonzalez-de-rosa-senor-de-moya-y-de.html
    20. Documentos de órdenes militares

      Archivo Histórico Nacional (Madrid). Sección órdenes Militares (Santiago, Calatrava).

      1. Pergaminos y cartularios: encomiendas en Cuenca y Moya (siglos XII-XIV).
      2. Consultas sobre posesiones en la zona oriental de Cuenca. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=50989

     

     

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  • Podenc@s de Garcimolina estrena equipación

    Podencos de Garcimolina es un grupo de garcimoliner@s amantes del deporte que se juntan en el municipio serrano para practicar  senderismo, carreras de montaña, piragüismo, ciclismo, escalada o paddle surf. ¡¡Nada se pone por delante de est@s chic@s!!

    Este verano Podenc@s estrena la nueva equipación que lucirán sus miembros en las diferentes competiciones a las que asistirán por todo el territorio español.

    El grupo invita a todo aquel que quiera unirse a sus quedadas, incluso a gente de otros pueblos. De hecho el objetivo a largo plazo es poder organizar una carrera de trail running que salga de Garcimolina, vaya por los pueblos cercanos, pasando por el Talayón y el antiguo camino a Santerón que se quiere recuperar.

    ¡Mucha suerte chic@s!

    Nota posterior a la publicación: En estos momentos no se tiene previsto pedir más material, pero si estás interesado, contacta con nosotros para tenerte en cuenta para nuevos pedidos.

     


  • La matanza del cerdo

    En el año 2009, un grupo de vecinos de Casas de Garcimolina crearon la Asociación Peña del Pardo, entre ellos Amador Martínez, presidente de dicha asociación desde su constitución.

    En el transcurso de estos años se han realizado diversas actividades, como exposición de fotografías antiguas, gimnasia, salidas al monte en grupo y la tradicional comida en la plaza del pueblo servida por catering. Otra actividad tradicional que se ha celebrado durante años ha sido la «Matanza del cerdo», en la que han participado tanto los socios como los vecinos que lo han deseado. Durante varios años han venido autobuses organizados por la Sociedad Gastronómica «El Cullerot», dando a conocer nuestras costumbres y nuestro pueblo a gente que jamás hubiera pasado por aquí.

    A continuación os dejamos un video y fotografías sobre dicho acontecimiento, que tuvo lugar en el año 2011, para que sirva de recuerdo a todos. Queremos pedir, tanto a socios, como al resto de vecinos vuestra colaboración para poder realizar nuevas actividades.

    Gracias a todos y un saludo

    Cristina Villalba
    Asociación Peña del Pardo

     

    Aportación de Consuelo posterior a la publicación:

    Estupendo reportaje , sólo deciros pq muchos no lo sabréis.  El mujeres que colabora en el matagorrino se llaman las «mondongueras».

    Palabreja k viene del mondongo, o lo que es lo mismo, en nuestro pueblo se llama menudo a lo que comprende todas las tripas y vísceras del animal…


  • Descarga el libro completo ‘Mi abuelo Juan Blas y algunos paisanos más’

    La historia de mi abuelo Juan Blas es la de muchos hombres y mujeres que habitaron nuestra Serranía a lo largo del siglo XX. En ella podrás ver reflejado a tu abuelo, tu padre o tus vecinos y podrás viajar a otra época a través de las vivencias de una familia.

    Puedes descargar la versión en PDF de forma totalmente gratuita pinchando en la imagen y si te gusta ¡Comparte!

     


  • Mi abuelo Juan Blas y algunos paisanos más. Tercera entrega

    14 Estraperlo

    Mi abuela María y mi abuelo Juan se casaron el 4 de octubre de 1942 y diez meses después nacía su hijo Joaquín. Mi abuelo le puso el nombre de su padre, fallecido con 44 años en Saldón.

    Los años de posguerra fueron especialmente duros en la zona. La represión franquista se cebó con esa Serranía que había permanecido fiel a la república hasta el final de la contienda.

    Pero con el fin de la guerra no se detuvo el hambre, los campos habían sido arrasados y la recesión económica era feroz. Para mitigar esta situación, el régimen impuso las cartillas de racionamiento que pretendían la vigilancia y el control absoluto de los alimentos producidos y consumidos en el país. Las cartillas determinaban los alimentos que correspondían a cada familia, pero había algunos que escaseaban y el sistema no funcionaba correctamente. La necesidad era tan grande en esta pequeña familia que mi abuelo inició una nueva, pero muy peligrosa, actividad: el estraperlo.

    Cartilla de racionamiento

    Mi abuelo se movía por las noches, con su mula viajaba por los pueblos a casas de conocidos.  Subía a Zafrilla con dos sacos de cebollas y se volvía con cuatro de patatas que después vendía en La Huérguina. Eran ventas o trueques por pura necesidad, con los que mis abuelos no se hicieron ricos, ni mucho menos. Simplemente sobrevivían. Otras veces bajaba a Utiel y subía con aceite, un bien muy escaso y preciado.

    En una ocasión, volvía de Utiel con una garrafa de aceite en el coche de línea. Este paró en la plaza de La Huérguina justo en frente de los guardias que pasaban por allí en aquel momento. Mi abuelo petrificado no sabía qué hacer, si dejar la garrafa allí o cogerla y echar a correr. El caso es que disimuladamente se la llevó a su casa.

    Por la noche llamaron a la puerta, era un guardia civil. Mi abuelo se temía lo peor: lo iban a detener. Al abrir la puerta vio que el hombre venía con un cacillo de hojalata para que mi abuelo le echara aceite. Juan se lo llenó y el hombre se marchó por donde había venido, sin decir ni una palabra. Era una forma de cobrarse su silencio, pero también una forma de tener aceite, ya que los guardias también pasaban necesidad.

    En 1945 nació su segundo hijo, Benito. Un día avisaron a mi abuela de que estaban los guardias en la entrada del pueblo, justo a la hora que tenía que volver mi abuelo con la carga que traía de la sierra. Mi abuela mandó a sus dos hijos, que fueron corriendo por el campo a avisar a su padre para que no subiera por la cuesta donde estaban los guardias. Tenía que esconderse, dar un rodeo y subir por otro sitio.

    Muchos eran cómplices de lo que hacía mi abuelo, como el conductor del coche de línea, algunos vecinos o el guardia. La mayoría de ellos se beneficiaban. No puedo imaginar el miedo de andar por aquellos caminos de noche, de pueblo en pueblo, con frío, pensando que te pueden pillar en cualquier momento. Tuvo suerte, nunca lo hicieron.

    15 Maquis

    Corría por la Serranía un rumor que hablaba de hombres que se echaban al monte. La represión contra los vencidos era tan dura que para muchos fue la única opción. Las visitas a sus casas eran continuas, los interrogatorios y las torturas, por lo que muchos vieron en la huida la única salida. Había también guerrilleros que cruzaban el Pirineo desde Francia para luchar contra Franco y recuperar España. Pronto los inmensos montes de nuestra zona y la escasa población hicieron de aquellas sierras el lugar perfecto donde operar la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. Cada vez el rumor era más cercano, se sabía de la entrada de maquis a pueblos pidiendo comida y armas, e incluso se les acusaba de cometer algún asesinato.

    Una noche mi abuelo Juan bajaba por la cuesta desde su casa hacia la carretera, iba a casa de su hermana Lucia que vivía allí con su marido que era el cobrador del coche de línea. Al cruzar la carretera Juan sintió un golpe en los riñones: alguien le estaba encañonando por la espalda. Era uno de aquellos hombres del monte, un maqui, pero no estaba solo, había más. Muy rápido le metieron en la casa, andaban buscando un arma. No se llevaron comida, ni la recaudación de todo el mes del autobús que estaba en la chaqueta, colgada a la entrada. Solo buscaban un arma que no consiguieron.

    Dentro de aquella casa había seis o siete maquis que armados amenazaron a todos los presentes. Si daban parte a la Guardia Civil, al día siguiente vendrían y los pasarían a todos por las armas. Por otro lado, si los guardias se enteraban de que habían visto a los maquis y no habían denunciado podrían acusarles de colaborar con la guerrilla y sería igual o peor. Mis abuelos se encontraban entre la espada y la pared.

    Se sabe que en Peñalta hubo durante un tiempo un chozo donde vivían varios maquis. Mi abuelo había llegado a verlo. Los pastores que estaban todo el día en el campo veían cosas. Pero allí Juan, veía, oía y callaba.

    16 Silla

    El encuentro con los maquis demostró que los rumores eran ciertos. El miedo de la familia era tan grande y se oían tantas cosas que en pocos días mis abuelos prepararon lo poco que tenían: unas ovejas, unas gallinas, poco más. Se marcharon con dos niños bien pequeños a una masía cercana al pueblo de Silla en Valencia. Tanto si denunciaban lo ocurrido como si no, toda la familia estaba en peligro. La huida era una forma de escapar de los maquis y empezar una nueva vida, donde no conocieran los antecedentes políticos de la familia.

    Era 1948, año en el que estuvieron seis meses en Silla. Solo se quedaron ese periodo de tiempo porque descubrieron que allí había incluso más maquis que en La Huérguina. Se oía continuamente de la entrada de maquis en masías cercanas. El problema no eran los maquis en sí, el problema venía si los ayudabas y los guardias se enteraban. Los vecinos de los rentos o masías en mitad del campo fueron quienes más sufrieron las consecuencias de la guerrilla, ya que muchos de ellos fueron torturados, encarcelados o incluso ejecutados. Se les acusaba de colaborar con los guerrilleros.

    Un día estando mis abuelos dentro de la casa se oía a la cabra balar muy fuerte por fuera. Mi abuela María tenía tanto miedo que no se atrevía a ir a ver qué pasaba y le dijo a mi abuelo: “Juan, los maquis se están llevando a la cabra. Ve corriendo que se la llevan” Mi abuelo aun con miedo llegó hasta la cabra. La pobre se había enganchado por el cuello con algo y se estaba ahorcando ella sola. Era por ese motivo por el cual se oía balar tan fuerte, pero era tan grande el miedo que tenían, que casi la dejan morir solo por no exponerse a los guerrilleros.

    Al hijo pequeño le habían puesto de nombre Benito, como su abuelo. El pobre estaba desesperado por volver a La Huérguina, puesto que la huida a Silla no había funcionado. Los maquis de La Huérguina ya se habían ido así que la pequeña familia regresó a su pueblo. Pocos años después, nació mi padre: David.

    17 Valencia

    Mi bisabuela Prudencia había pasado unos años relativamente fáciles al lado de su nuevo marido. En La Huérguina, a pesar de la guerra y el hambre no habían sido tan dramáticos como los vividos en Saldón.

    Sus cuatro hijas, fruto del nuevo matrimonio, se habían hecho mayores y se habían marchado a Valencia o Barcelona a servir y a formar sus propias familias.

    En 1945 Blas Sánchez ya contaba con ochenta y cinco años. Un día estando en casa se quedó dormido al lado del fuego y se cayó, con tan mala suerte que su cuerpo sufrió grandes quemaduras. Estas no evolucionaron bien y a los pocos días falleció. Al faltar su marido, Prudencia no quiso quedarse sola en La Huérguina y se bajó a vivir a Valencia con Amparo, su única hija soltera.

    Mi bisabuela Prudencia con su hija Amparo y su sobrina Dominga, hija de María Cruz.

    Amparo trabajaba en una portería y además era bordadora. Sus manos habían bordado cientos de ajuares para las futuras novias de la Ciudad del Turia, pero ella nunca se casaría. Vivía también con ellas un sobrino llamado Ramiro y un loro parlanchín al que habían enseñado a decir “Ramiro Borracho”.

    Allí en la portería les pilló la intensa riada que arrasó la ciudad del Turia. Por aquel entonces mi bisabuela Prudencia ya tenía setenta y seis años. Era el domingo trece de octubre de 1957, en Valencia apenas había llovido, pero aguas arriba llevaba más de treinta horas diluviando. El río Turia se llevó la vida de ochenta y una personas y dejó la ciudad sepultada bajo miles de toneladas de lodo. La portería quedó llena de agua, pero afortunadamente no tuvieron que lamentar la pérdida de vidas cercanas. Solo vivieron con pena la muerte de aquel lorito parlanchín que nunca más diría aquello de “Ramiro Borracho”.

    Calles anegadas en la gran riada de Valencia 1957.

    Prudencia no volvió a subir a la Serranía de Cuenca. Murió bastante mayor en Valencia, donde pasó sus últimos años impedida, fue su hija Amparo quien la cuidó hasta el final.

    Mi bisabuela Prudencia con su hija Marcelina y su nieta Purita, en una visita a Barcelona.

    18 La gran migración

    Mi abuelo Juan siguió en La Huérguina con su mujer María y sus tres hijos. Vivían de la agricultura y de las treinta ovejas que cabían en la cuadra. La represión feroz había aflojado y la vida se tornó tranquila para el matrimonio. Pero los hijos se hicieron mayores y como muchos paisanos, ellos también dejaron el pueblo. Todos se marcharon a Barcelona donde también nacerían sus hijos.

    Los hijos de Juan y María aprovechaban los puentes y vacaciones para visitar a la familia en el pueblo, pero sus vidas ya estaban establecidas en la ciudad condal. Fue así como nuestros pueblos se fueron vaciando, se cerraron escuelas, comercios y bares y allí quedó sobre todo gente mayor que se resistía a abandonar sus hogares.

    Mi abuelo Juan murió el verano de 1981. Durante la primavera siguiente, nací yo.

    Cómo me habría gustado conocerle.

    Mi abuelo Juan con su hermana Amparo.

    Este es el relato de las vivencias reales de una familia y de cómo el avance de los tiempos mejoró las condiciones de vida de todos ellos. Esta historia está escrita porque quiero que mi hermana, mis primos, sus hijos y los míos, tengan el recuerdo de quienes fueron sus antepasados. Pero sobre todo está escrita para que ninguno de nosotros, por muy lejos que nos lleve la vida, olvidemos de dónde venimos. Todos llevamos dentro un trozo del Collado Verde, de Saldón, de La Inclusa de Teruel, de Algarra, de La Huérguina, de la Barceloneta y hasta de la trinchera. Llevamos dentro la fuerza y el coraje de todos estos hombres y mujeres, que por mucho que la vida les apretó siguieron adelante, dando lugar a lo que hoy somos nosotros. Para mi gran familia, con mucho cariño. Anabel Blas.

    Agradecimientos

    Es evidente que esta historia no hubiera podido ser escrita si no fuera por la ayuda desinteresada obtenida de mis familiares más cercanos, en especial mi padre, David Blas.

    La información expuesta ha sido contrastada mediante la consulta en archivos de la zona. Quiero mostrar mi agradecimiento a las personas que los custodian y que amablemente me han ayudado en esta búsqueda.

    Archivo de la Diputación de Teruel – Charo Valenzuela

    Ayuntamiento de Saldón – Pilar Villanueva

    Ayuntamiento de Algarra- José Manuel Huerta

    Ayuntamiento de La Huérguina – Valentín

    Explica’m Barcelona – Susana

    Barcelona Memory

    Portal de archivos españoles – PARES

    Brunete en la Memoria

    Mariano López Marín Cronista oficial de Salvacañete.

    La Gavilla Verde

    Fundación Anselmo Lorenzo – CNT

    Eduardo De La Calle Sánchez

    Alberto Hernández de La Fuente

    Laura Delgado González

    Lorena Bujanda

    Club de Lectura de Albelda de Iregua

     

    Si puedes aportar algún dato más a esta historia, no lo dudes:

    anabelblasmontesinos@gmail.com


  • Mi abuelo Juan Blas y algunos paisanos más. Segunda entrega.

    8 CNT

    Acabada la Exposición Internacional mi abuelo siguió viviendo en Barcelona, había conseguido un trabajo en una cantera y sus condiciones habían mejorado. Fue entonces cuando se mudó a casa de la Tía Romualda, una señora de La Huérguina que acogía a modo de pensión a muchos mozos de la Serranía que aparecían por allí. Vivían en el barrio del Carmelo, en la montaña, por encima de la calle Santuari. Allí mi abuelo dormía en la misma cama que el Tío Adrián (también de La Huérguina), ya que el poco espacio que había debía aprovecharse al máximo.

    Fue durante su trabajo en la cantera cuando entró en contacto con el movimiento obrero que operaba en la ciudad. Mi abuelo se afilió a la CNT en abril de 1932. La dictadura de Primo de Rivera había ilegalizado el sindicato anarquista de 1923 a 1930, pero con la llegada de la Segunda República la CNT se reorganizó en toda España, convirtiéndose en el sindicato mayoritario de Catalunya. Se fundaban en Barcelona los sindicatos de barrio y los comités de defensa.

    En aquellos años la CNT no solo defendía los derechos de los trabajadores, como cualquier sindicato, sino que suponía una red de ayuda y solidaridad entre sus miembros. Había ateneos, escuelas y cooperativas. El sindicato estaba presente en toda la vida del trabajador, mediante eventos culturales, políticos y familiares.

    Pero los conflictos entre obreros y patronal eran intensos, las huelgas muy largas y la represión contra los sindicalistas muy grande. Mi abuelo Juan iba a quedarse con el mando de la cantera donde trabajaba (ya estaba apalabrado con el jefe), pero se inicia entonces una grave crisis económica, con gran inestabilidad política y social. En 1935 cuando empezaba a escasear el trabajo mi abuelo volvió a La Huérguina.

    Un año después, en julio de 1936 un grupo de militares rebeldes encabezados por Mola, Franco y Queipo de Llano daba un golpe de estado contra el Gobierno de la Segunda República. Empezaba entonces la guerra.

    Comité regional de la CNT en Vía Laietana, Barcelona.

    9 Algarra

    Por pequeños avances que hubiera en la ciudad, estos no habían llegado a nuestros pueblos, donde vivía una sociedad en general muy conservadora y donde la iglesia dominaba todos los aspectos de la vida social de las personas. Salirse de los cánones establecidos podía suponer el rechazo del resto de los vecinos e incluso de la propia familia. Un ejemplo claro podemos encontrarlo en la vida de Mariano Pérez Martínez, un vecino de aquellos pueblos, más conocido como Mariano Tedas.

    Con treinta y nueve años Mariano cometió el pecado de dejar embarazada a su moza sirvienta Manuela Sánchez, natural de Pedro Izquierdo, que por aquel entonces tenía veintisiete años. La sociedad del momento no vería con buenos ojos esta relación y la familia Tedas terminó por desheredar a Mariano.

    A los pocos meses Mariano inscribía a su hijo Benito Sánchez en el registro civil con los apellidos de la madre, pues al no estar casados Benito sería hijo únicamente de su madre soltera. Fruto de aquella relación nacerían cinco hijos más en Algarra, Salvacañete y Salinas del Manzano, los distintos pueblos donde la familia vivió.

    Mariano había nacido en Algarra sobre el año 1844. Algarra es un bonito pueblo de la Serranía Baja de Cuenca situado en lo alto de una risca, cuyas casas colgadas gozan de preciosas vistas al valle del Río con el mismo nombre. Mariano pertenecía a una familia adinerada de la zona, que vivía de la explotación de la madera de pino de donde se sacaba la teda o tea, un trozo de leña extraída del tocón y de las raíces, que se encuentra muy impregnado de resina. De ahí su nombre.

    Mariano Tedas con su yegua.

    Mucho tiempo después, con más de setenta años, Mariano se casó con Manuela, la sirvienta y madre de sus seis vástagos. Los hijos y nietos de esta pareja acudieron a la boda y por fin pudieron utilizar el apellido paterno, Pérez, al reconocerlos su padre cuando ya contaba con setenta y ocho años de edad.

    El hijo mayor, Benito Pérez Sánchez, había sido hijo ilegítimo durante media vida y había vivido en sus propias carnes las injusticias que se cometían. Al hacerse mayor se casó con una moza de La Huérguina llamada Lucía Murciano. Allí establecieron su residencia y nacieron sus cuatro hijas. Sus ideas socialistas le llevaron a ser el alcalde del pueblo, donde había enseñado a leer y a escribir a muchos de sus vecinos.

    10 La Guerra

    Mi abuelo Juan volvió con 30 años a La Huérguina, un pueblo que vivía de la agricultura, donde no había industria, ni fábricas y sus habitantes no tenían nada que ver con los movimientos obreros que conocía de Barcelona, ciudad en la que había pasado casi diez años. Pero sí había gente de izquierdas y con ideales políticos. Pronto se hizo íntimo amigo de un hombre de cincuenta y tres años llamado Benito Pérez Sánchez.

    Las hijas de Benito habían emigrado a Barcelona, donde trabajaban en casas de familias adineradas. Era común que las chicas jóvenes de nuestros pueblos fueran a las ciudades a servir desde muy pequeñas, como la hermana menor de mi abuelo Juan, llamada Marcelina, fruto del matrimonio de Prudencia con Blas Sánchez. Cuando Marcelina era pequeña estuvo muy enferma, haciendo que mi bisabuela tuviera preparada la ropa para enterrar a otra hija más. Pero esta vez la suerte los acompañó. Marcelina sobrevivió y con solo 12 años se fue a servir a una tienda en la ciudad condal. Era tan pequeña que no llegaba ni al mostrador.

    Marcelina se hizo mayor en Barcelona, donde quedaba alguna tarde con María, una de las hijas de Benito, pues se conocían del pueblo. Marcelina le enseñaba a María la foto de su hermano Juan y María se reía diciendo “¡Vaya patas más torcías tiene!”. Ninguna de las dos se imaginaba lo que pasaría después.

    Cuando empezó la guerra, María (la hija de Benito) perdió a su novio en Barcelona a causa de la tuberculosis y volvió a La Huérguina, donde al menos estaría con su familia. Muchos hombres y mujeres de la Serranía volvieron a los pueblos durante la guerra. El hambre en las ciudades era atroz, los bombardeos mataban a miles de personas y el trabajo escaseaba. La guerra en la retaguardia de la Serranía era dura, pero no tanto como en la ciudad.

    Los primeros meses de conflicto en La Huérguina fueron los más agitados. Benito Pérez era el presidente del Comité Revolucionario local y mi abuelo Juan lo acompañaba en todos sus movimientos.

    A los pocos días de empezar la guerra, concretamente el 25 de julio de 1936, milicianos venidos de Utiel (Valencia) entraron en la iglesia del pueblo sacando las imágenes de culto y quemándolas, causando un gran daño al escaso patrimonio existente. Los mismos milicianos hicieron tropelías semejantes en la mayoría de los pueblos de la comarca. Las iglesias y los curas fueron los mayores perjudicados.

    Un mes después, también en La Huérguina, tuvo lugar el asesinato del párroco de Ademuz. En agosto de 1936, milicianos venidos de fuera metieron al cura en un camión en Torrebaja y lo ejecutaron en un paraje de La Huérguina llamado ‘El Mojón’. A la mañana siguiente un hombre lo encontró y fue enterrado en el mismo sitio donde había sido hallado. En otra ocasión, los milicianos entraron en La Huérguina buscando a una maestra, por lo visto de derechas. Preguntaron a Benito Pérez como responsable del comité local dónde podían encontrarla para darle el paseo. Benito, que estaba junto a mi abuelo, les dijo que de allí no se iban a llevar ninguna maestra, que se fueran por donde habían venido. Obedecieron.

    Aunque no había enfrentamiento directo en el pueblo, sí vinieron de otros lugares soldados republicanos a vivir de forma estable. Era un punto estratégico, pues por allí pasaba la carretera hacia Cañete. Tres de estos soldados vivían en casa de Benito y había otros tantos repartidos por las casas del pueblo. Mi abuelo Juan pasó el inicio de la guerra de miliciano voluntario en La Huérguina. Estaba en la retaguardia, controlaba los accesos, hacía tareas de vigilancia y cumplía órdenes. El enemigo avanzaba y en la retaguardia se preparaban para el combate. Es curioso observar que el número de muertes producidas en la retaguardia es muy similar al de las producidas en el frente, pues en la retaguardia se trataron asuntos personales que acabaron en asesinatos, utilizando el pretexto de la guerra.

    11 La trinchera

    El 12 de enero de 1938 la vecina Villa de Cañete fue bombardeada por nueve bimotores de la aviación fascista. Se bombardeó la carretera de Cuenca a Teruel a su paso por Cañete por ser un punto de gran interés estratégico, pues comunicaba el centro de la península con el Levante. Las bombas cayeron cerca del río donde estaban lavando las mujeres la ropa. Hubo muertos y algunos niños quedaron con secuelas graves de por vida.

    El frente iba sumando bajas y cada vez eran necesarios más soldados. El 28 de mayo de 1938 fueron llamados a filas los reemplazos de los años 1925 y 1926. Entre ellos estaba Juan Blas. Mi abuelo fue reclutado en el 32º Batallón de Obras y Fortificaciones. Por todos los pueblos de la zona se estaba construyendo una línea defensiva de trincheras que debía impedir el avance de las tropas fascistas hacia la zona de Levante y especialmente defender la ciudad de Valencia.

    En La Huérguina se construyeron tres líneas de trincheras en diferentes parajes, El Estrecho, Los Hoyuelos y el Cerro de En medio. La construcción de la trinchera consistía en cavar toda una zanja con forma de pasillo y reforzar sus paredes con muros de casi un metro de espesor de piedra. Para hacerlo había que cargar con muchos kilos de esta. Sin duda un duro trabajo que se prolongaba durante todo el día en los meses más calurosos del verano de 1938.

    Aunque es sabido que en aquellas trincheras participó gente de La Huérguina y de pueblos cercanos, este tipo de trabajo estaba reservado para hombres entre veintiocho y treinta y cinco años, miembros de sindicatos. Especialmente obreros de la construcción y debidamente avalados por el sindicato de procedencia. Puede que su condición de sindicalista librase a mi abuelo de pasar unos meses en el frente ya que en su ficha de reclutamiento aparece una mención especial a su afiliación a la CNT. Mientras estuvo construyendo la trinchera de La Huérguina pudo dormir en su casa todas las noches, hecho que para cualquiera en plena guerra era todo un privilegio.

    Ficha de reclutamiento Juan Blas

    El trabajo en la trinchera era muy duro. Había que construir kilómetros de fortificaciones repartidos en varios pueblos en muy poco tiempo, pero los jóvenes que allí trabajaban conservaban su sentido del humor. Aprovechaban cualquier ocasión para retarse entre ellos y hacer todo tipo de apuestas.

    Un día mientras trabajaban en la fortificación, salió de debajo de una piedra un lirón careto, (una especie de rata de monte) y todos los hombres empezaron a bromear a ver quién era capaz de comérselo. Un valiente, cogió la rata y se la metió en la boca mientras los demás lo miraban. Cuando la cola de la rata asomaba por la boca del soldado empezaron las toses y las arcadas del resto. Las palabras de mi abuelo: “allí nadie vomitó, ninguno teníamos nada en las tripas para poder vomitar”.  Aquel día en la trinchera, el único que metió algo al estómago fue el soldado que se comió la rata.

    Cartel de la CNT animando a enrolarse en los batallones de obras y fortificaciones.

    Trinchera del Cerro de En medio, La Huérguina.

    12  Brunete

     En octubre de 1938 terminó la construcción de las trincheras. Fue entonces cuando la Caja de Reclutamiento de Cuenca mandó a mi abuelo Juan Blas junto con más vecinos de aquellos pueblos a Brunete. Daba igual por qué bando sintieran más afinidad, simplemente les tocó vivir la guerra en zona republicana y debían defenderla.

    El verano de 1937 el ejército republicano había abierto el frente de Brunete. Era la primera ocasión en la que los republicanos pasaban de la defensa al ataque. Fue precisamente en ese pueblo, donde tuvo lugar una de las batallas más sangrientas de la guerra. Más de un año después, llegó mi abuelo a la zona. Él decía que allí no había medio metro de tierra que no tuviera metralla, algo fácil de entender teniendo en cuenta que solo en aquellos pueblos ambos bandos sumaron más de treinta y nueve mil bajas. El hambre los acompañó durante toda su estancia en el frente, hubo días que solo comieron una ciruela. Uno de los hombres de La Huérguina decía que allí no había hombres, que allí solo había “caláveres”. No se refería a los muertos, sino a los vivos.

    Por aquel entonces la guerra ya estaba sentenciada a favor de Franco. Una noche estando en el frente, anunciaron a mi abuelo y a sus compañeros que a la mañana siguiente entrarían en combate. El tío Silvino de La Huérguina, se echó a llorar como un niño y le decía a mi abuelo “Juan, tú eres soltero, pero yo ya tengo un hijo”. Estaban aterrados, ya que sabían que si entraban en combate no sobrevivirían.

    Al día siguiente la contienda evolucionó de otra manera y por suerte mi abuelo nunca entró en combate. Solo en una ocasión tuvo que socorrer a un compañero de La Huérguina que había sido herido en un talón. Más tarde se lo agradecería de una peculiar forma.

    Estando los hombres de La Huérguina en Brunete se organizó desde el pueblo un viaje para que fueran sus mujeres a visitarlos al frente. Estas visitas se solían hacer para levantar el ánimo de las tropas. Lo que no se sabe, es con qué ánimo volverían las mujeres al pueblo viendo el estado en que se encontraban sus maridos o novios. Más de un niño nació meses después de estos viajes al frente.

    Camilleros republicanos en Brunete.

    13 Posguerra

    Acabada la guerra, los vencedores tienen sed de venganza y desde Cuenca se pide a los ayuntamientos de la zona, (todos afines al régimen) que manden una lista de los alcaldes y componentes de los consistorios durante la guerra, así como personas implicadas en la quema de iglesias e imágenes. En 1940 el nuevo alcalde de La Huérguina envía una lista pormenorizada de los actos cometidos en el pueblo, como el asesinato del cura de Ademúz, la quema de imágenes en la iglesia, amenazas a vecinos de derechas, requisas de dinero, reses y alimentos. Entre las personas acusadas se encuentran Benito Pérez y mi abuelo Juan Blas. Los demás miembros de la lista eran hombres del pueblo que en algún momento habían manifestado ideas de izquierdas.

    Los años posteriores a la guerra, Benito Pérez los pasó entrando y saliendo de la Cárcel de Cuenca. Solo él sabía lo que pasó allí. Había sido el jefe de Comité Revolucionario, había sido alcalde socialista y sus ideas políticas eran por todo el mundo conocidas. Hubo vecinos que aprovecharon la guerra para saldar temas personales como envidias. Entre ellos una maestra de derechas y un soldado herido en el talón. Los vecinos se acusaban de robos de ovejas o alimentos. En una ocasión cuando el juez explicó a Benito que había sido denunciado por robar doscientas haces de cebada, este le contestó que el denunciante no había segado doscientas haces de cebada en toda su vida. Las denuncias eran falsas.

    La familia de Benito se desplazaba hasta Cuenca para llevarle comida a la cárcel, pero nunca la recibió. Entre ellas su hija María, la que se reía de las “patas torcías” de mi abuelo Juan, con el cual se casó en 1942. Benito Pérez Sánchez era mi bisabuelo.

    Libro de familia de Juan Blas y María Pérez.

     

    Próximamente tercera y última entrega.

    Si crees que puedes aportar algo nuevo a este relato, no lo dudes: anabelblasmontesinos@gmail.com


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El objetivo es impulsar la participación y el desarrollo del asociacionismo, entre las personas mayores de Casas de Garcimolina y su entorno.

 

A veces, la parte más difícil de encontrar el éxito, es reunir el coraje para comenzar.

 

Las personas provechosas no miran hacia atrás para ver quién los observa, solo al frente y sus metas.

 

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