Pulsa aquí para seguirnos en Whatsapp
________________________________________________________________________________
Los canastos de la memoria: Los niños descubren cestos y canastos de mimbre hechos por Herminio en sus hogares.
Una niña pregunta a su madre si el suyo es obra del cestero. Ella responde que cada cesto es un vínculo con las historias que él compartió. Esto despierta en los niños la curiosidad por rastrear su legado material, iniciando una «búsqueda del tesoro» doméstica.
La niña se agachó junto al escaño, donde el polvo se acumulaba en las patas torcidas del arcón, al lado de la tinaja. De allí sacó un canasto de mimbre, con el borde algo roto y deshilachado, el fondo reforzado con tiras de cuero viejo y de anea, cosidas.
— «¿Este lo hizo Herminio?» — Preguntó, levantando la mirada hacia su madre, que hilaba junto a la luz del ventano.
La mujer no apartó los ojos del huso, pero sonrió.
— «Ese… y otros más. Cada cesto suyo guarda una historia, no hay dos iguales».
— «¿Y qué historia guarda este?»
— «La de cuando se le rompió el dedo con la maza y aun así acabó la tanda». — Dijo que el dolor le enseñó a apretar menos el mimbre.
Los niños, que escuchaban desde el suelo, se miraron con ojos encendidos.
— «¡Vamos a buscar todos los que hizo!» —dijo el mayor, ya de pie.
— «¡Será como una búsqueda del tesoro!»
— «Pero sin oro» — añadió la pequeña.
— «El oro está en saber quién hizo qué — replicó la madre.
— «¡Y en no tirar lo que aún sirve!»
Así comenzaron a revolver rincones, detrás del horno de leña, bajo la cama, en el pajar. Cada cesto tenía su forma, su parche, su color. Uno tenía una trenza torcida. Otro, un asa de soga. Otro más, una marca de quemadura, con arados y cruces. Otros con cintas y pitas.
— «Este huele a cebolla seca»— dijo uno.
— «Este tiene barro de la acequia» — dijo otro.
— «Y este… este está como nuevo».
La madre los observaba sin decir nada, hasta que el más pequeño se acercó con un canastillo diminuto, apenas del tamaño de su cabeza.
— «¿Y este?»
— «Ese lo hizo para guardar los hilos de la abuela». — Dijo que los hilos también merecían casa.
Al final del día, los niños habían reunido siete cestos, tres canastos y varias estoras. Los alinearon junto al hogar, como si fueran soldados viejos con historias en la espalda.
— «¿Y ahora qué hacemos con ellos?» — Preguntó la niña.
La madre se levantó, se acercó despacio, y les puso una mano en el hombro.
— «Ahora los usáis». Que lo hecho con las manos, si sirve, no se guarda por bonito. Se honra con su uso.

La transición generacional
Las historias de Herminio pasan de ancianos a jóvenes en veladas nocturnas. Inspirados por relatos de la abuela Victoriana y don Faustino, los niños organizan talleres de mimbre. Justina, una niña, propone crear un canasto comunal que represente la identidad de clase.
Reúne a amigos para tejerlo, usando cañas verdes y juncos bajo la luz del sol. En el patio de tierra, junto al corral. El sol cae recto sobre los juncos recién cortados. Justina, con el refajo recogido, habla mientras separa las cañas.
— Justina: Ea, que, si Herminio tejía para todos; nosotros también podemos. Pero no cada uno su cesto, sino uno solo, entre todos. Uno que diga quiénes somos.
— Rodrigo: (rascando la corteza de una caña) ¿Y qué ha de decir un canasto, Justina? Si no habla…
— Justina: No con boca, pero sí con forma. Que tenga lo de cada uno: un asa torcida como la de tu madre, un fondo doble como el del tío Leandro, y un remate como el que enseñó don Faustino.
— María: (mirando el montón de juncos) ¿Y si no sabemos hacerlo bien?
— Justina: Se aprende, como se asimila la vida: mirando, probando, fallando. Herminio decía que el mimbre enseña si se le escucha, por ensayo y error.
— Rodrigo: Pues yo escucho, pero el mimbre me escupe. Mira qué nudo me ha hecho.
— Justina: (riendo) Eso es que no le has pedido permiso. El mimbre se dobla, no se manda.
Se acercan los dos ancianos, Victoriana con su garrota, y don Faustino con su capa raída. Observan sin interrumpir, hasta que Victoriana habla:
— Victoriana: Herminio estaría contento. No por el canasto, sino por veros juntos. Él decía que el mimbre une más que el pan.
— Don Faustino: Y que lo que se hace con las manos, si se hace entre varios, dura más que lo que se compra con dineros.
— Justina: Entonces este canasto será como una memoria. No para guardar cosas, sino para no olvidar.
— Victoriana: Bien dicho, niña. Que lo que se teje con intención, aunque se rompa, deja huella.
Los niños se sientan en corro. El sol les da en la espalda. Las cañas crujen. El canasto empieza a tomar forma, torcido, desigual, pero firme. Como ellos…
El resplandor de la comunidad
La festividad anual en honor a Herminio atrae a aldeanos y peregrinos. Incluye danzas, mercado artesanal y exhibición del canasto grupal de los niños. Los padres observan orgullosos cómo las nuevas generaciones mantienen viva la tradición.
El ambiente se llena de trueque de técnicas y risas, reforzando el espíritu colaborativo que Herminio impulsó.
Junto al canasto comunal un adulto observa la esportilla o pleita expuesta cerca de un niño.
—Mira bien. Esa asa torcida lo puso uno de los tuyos. Y ese refuerzo de cuero, lo enseñó alguien que ya no anda por aquí.
— «¿Y por qué no lo vendemos? Está bien hecho.
— «Porque no todo lo que vale se vende. Este se hizo para decir “aquí estamos”.
— «¿Como una firma?
— «Como una raíz.
Desde un tendal de estopa o puesto de venta ambulante y sobre una tabla de madera, dispuesta entre cestos de mimbre y paños de lino; se ofrecían, tortas de miel y nueces, alajú envuelto en ojos secas, pan de higos, almendras tostadas, caramelos de resina y otros frutos secos. La vendedora que medía con la vista, pesaba con la mano, y cobraba con la palabra. Dueña, que vestía saya de lana basta, con el delantal manchado de harina y resina, y un pañuelo oscuro que recogía su cabello con nudos sencillos. No regateaba, pero sí canjeaba, por lana hilada, por cucharas de boj, por noticias del valle. Sabía quién había parido, quién había muerto, y quién aún debía una torta del año pasado. Puesto no solo de dulces, era de memoria, fuente de información, trueque, y respeto. Observaba, analítica y atentamente.
En la danza de la plaza, una niña baila con otros menores.
— «¡No te olvides del paso del giro!»
— «¡Si me caigo, que sea con gracia!»
— «Decían que bailar era como tejer con los pies. Que cada paso une».
— «Y cada tropiezo enseña. Mira qué bien lo llevan».
En el rincón artesanal, un anciano trenza mimbre mientras un grupo de jóvenes observa.
— «No apretéis tanto. El mimbre no es soga, es paciencia».
— «¿Y si se parte?»
— «Se empalma. Como las historias. Si falta una, se añade otra».
— «¿Así tejían los de antes?»
— «Así vivían. Y así enseñaron a no hacer las cosas solos».

La huella perpetua
Los canastos, espartos, pleitas, aneas y herramientas de Herminio, siguen siendo parte cotidiana de Garcimolina. Los jóvenes asumen el rol de guardianes de la tradición, entendiendo que sus actos pueden impactar a otros como él lo hizo. La obra Cumbre: un canasto-muro en la plaza, donde mimbre (flexibilidad) y metal (fortaleza) se fusionan con las esteras de esparto, simbolizando que caminos distintos convergen en un mismo propósito, construir grupo y hacer comunidad.
El sol cae sobre el canasto-muro recién terminado. Vecinos y jóvenes lo rodean, observando en silencio. Un anciano rompe el momento.
— «No es cosa de adorno. Esto se ha hecho para decir que seguimos».
— «¿Y por qué con mimbre y metal? —pregunta uno de los mozos».
— «Porque uno se dobla y el otro aguanta. Como nosotros. Unos ceden, otros sostienen».
— «Y el esparto, ¿qué pinta aquí?»
— «Une. Como las manos que lo tejieron. Sin eso, no hay unidad».
Una mujer se acerca con un niño de la mano. Señala una herramienta colgada del muro.
— «¿Eso lo usaba el que enseñó a trenzar? »
— «Sí. Y no lo guardamos por nostalgia, sino por respeto. Lo que sirvió, enseña».
— «¿Y si lo rompemos?»
— «Se repone. Pero que no se olvide por qué estaba».
Los jóvenes se miran entre sí. Uno acaricia el mimbre del muro.
— «Entonces lo que hacemos… ¿puede durar?»
— «Si se hace con intención, sí». Como lo hizo él. Como lo hacéis ahora.
